En los primeros meses de 1492, el reino de Castilla culminó una larga guerra de reconquista de los territorios españoles ocupados por los árabes. Se trató de una resonante victoria de la cultura feudal, clerical y atrasada sobre una floreciente cultura árabe.
Los castellanos supieron aprovechar el fraccionamiento y debilidad del poder árabe; de este modo, Isabel la Católica se hizo dueña de un inmenso poder. Ni idea tenía de los acontecimientos que vendrían después, pero el sueño de alcanzar los fructíferos mercados del Oriente del planeta aparecía frustrado, en ese momento, porque el paso geográfico que llevaba del Occidente al Oriente, que se conocía como Oriente Medio, estaba ocupado por el poderío árabe y turco. Las rutas comerciales necesitaban encontrar un nuevo paso. El reino de Castilla se dedicó a encontrar esos caminos y Cristóbal Colón, un navegante genovés con experiencia y conocimiento, se ganó la confianza de la reina católica, quien financió su viaje hacia el Oriente, partiendo del Occidente. Colón ya sabía que la tierra era redonda y que cruzando el Atlántico tenía que llegar a la India. Este era el reino de las mercancías finas y caras que se vendían ampliamente en Europa y había que llegar ahí a toda costa.
En agosto de 1492, se inicia la aventura desde el puerto de Palos, y un poquito más de dos meses después llegan a una pequeña isla que pertenecía a las actuales Bahamas. Colón la llamó San Salvador. Este navegante siempre creyó que había llegado a la India y los reyes españoles no tenían conciencia de que apenas habían tocado las tierras correspondientes a lo que después sería conocido como Las Antillas, hasta que después de 1520 estas bandas de invasores destruyeron Tenochtitlán en el norte y en el sur el imperio de los Incas, en Perú.
La humanidad, dueña de este continente, que después sería bautizado por estos mismos invasores como América, sufrió uno de los mayores genocidios que recuerda la historia, que significó la destrucción de su cultura, sus idiomas, el pillaje de sus riquezas, la destrucción de sus poblaciones, de sus regímenes de gobierno y la imposición brutal de gobiernos coloniales en todo el continente.
España, que era un reino de curas, abogados y escribanos, se encontró con la sorpresa de tener en sus manos todo un continente, frente al cual siempre fue mínimo. Y tal como hacen siempre todos los invasores, se dedicó a destruir. Esos españoles acostumbraron a montar sus templos católicos encima de los templos originales, quemaron la literatura de nuestros pueblos, tal como hicieron con el «Popol Vuh», libro sagrado de los maya-quichés, quemado en la hoguera y reconstruido después.
En el caso de Cuscatlán, fuimos invadidos en 1524 por las fuerzas de Pedro de Alvarado, lugarteniente de Hernán Cortés. Esta es la primera guerra que enfrentamos y que perdimos, derrota que significó para los cuscatlecos la pérdida de nuestro idioma, nuestra religión y nuestro derecho.
El 12 de octubre se celebraba antiguamente con el nombre del Día de la Raza y se hablaba del encuentro de dos culturas y había referencia a un descubrimiento; de tal modo que, estos europeos nos habían descubierto a nosotros y nos habían dado un idioma; sin embargo, en la medida que la identidad de nuestros pueblos ha ido avanzando llegamos a estos momentos en donde no es posible hablar de ningún encuentro de culturas, más bien se trató de una invasión sangrienta. En ningún caso se trató de descubrir a nadie porque nosotros éramos pueblos, culturas, economías, poderes políticos, en otros estadios de desarrollo, ciertamente, diferentes a los invasores.
Cuando llegó el momento de romper las relaciones con Madrid, más de 300 años después, una nueva clase, constituida por los criollos, asumió la conducción del proceso. Se trataba de españoles nacidos en América, identificados con los intereses de sus pueblos y no con los de la metrópoli. Nos encontramos frente a un proceso complejo, con personalidades como las de Simón Bolívar, quien, desde el principio de la lucha, juró que se trataba de una lucha a muerte contra España. Bolívar era hijo de dos españoles, nacido en Venezuela. En tanto que José de San Martín, de Argentina, era un oficial del ejército español con un pensamiento más europeo que americano, con tácticas militares también europeas; mientras que Bolívar había aprendido las tácticas de luchas populares y defendía la forma de gobierno republicano en lugar de cualquier forma de monarquía.
En Centroamérica y en El Salvador, los sacerdotes, como los hermanos Aguilar y José Matías Delgado, jugaron un papel decisivo en la conquista de la independencia. Cumplieron el papel que le corresponde a todo intelectual que funciona como tal y aprendieron a conspirar contra el poder colonial, a resistir la represión, las largas luchas, a negociar, a hacer la guerra y a defender la forma republicana de gobierno frente a las formas monárquicas que intentaba imponer el poder criollo de Guatemala.
Los líderes de la provincia de San Salvador enarbolaron con vigor la bandera de la república y este es un mérito indiscutible de estos líderes.
En ocasión de reflexionar sobre ese octubre de 1492, afirmamos que nosotros no tenemos nada que celebrar, pero sí mucho que pensar, sobre todo ante el fenómeno de la continuidad de la Colonia en nuevas formas de coloniaje, que se perpetúan con los siglos y que ocupan ideas, visiones y pensamientos, de tal manera que más de 500 años después de ese fatídico 12 de octubre sigue pendiente la lucha por la descolonización completa del pensamiento americano.