Durante muchos años nuestra población mostró siempre descontento y frustración con la clase política tradicional, que en tiempos de campaña prometía resolver situaciones sensibles de la nación, pero pronto, al llegar al poder, se olvidaba de tales ofrecimientos. Parecía que llegar a ser un funcionario legislativo era un proyecto muy lucrativo donde todo se negociaba a base de votos; votos de bancadas y fracciones parlamentarias que respondían a intereses oscuros de grupos de poder tanto dirigenciales o de poder económico, que eran los que mandaban y ordenaban directamente para tejer leyes que se ajustaran a sus ambiciones empresariales, desprotegiendo al pueblo, que era solo un expectante, el cual en lugar de mejorar sus condiciones económicas empeoraba cada vez más en situaciones paupérrimas de familias que no podían ni costearse la canasta básica de sus alimentos, y por otra parte el Estado alcanzaba récords de endeudamientos con cooperantes internacionales que asfixiaban cada día más la economía del país.
Todo este panorama caótico de corrupción y pobreza hizo levantar la voz de un líder, un joven que, sin ser político de tradición, se dio cuenta de que solo estando dentro del poder político y con el apoyo total del pueblo se podían hacer los cambios profundos en la nación.
El presidente Bukele inicia una nueva revolución social, con una visión amplia de país, apostándole a dar respuestas a los problemas y las necesidades históricas que jamás lograron resolver los partidos tradicionales, como eran la seguridad, la paz social, el saneamiento de la economía, el combate a la corrupción, el mejoramiento del sistema de salud, la tecnificación de la educación; sin embargo, todas estas acciones, para poder materializarse, han contado con el apoyo directo, eficaz y oportuno de una Asamblea Legislativa de la que hoy podemos decir que está «al servicio del pueblo», que goza del beneplácito y el apoyo de la población, lo cual está reflejado en las diferentes encuestas internacionales y nacionales que destacan su labor, y que aún los mismos opositores y detractores han tenido que aceptar.
Hoy contamos con un grupo de diputados jóvenes y de experiencia que unen sus esfuerzos para promover y aprobar leyes y decretos que van en beneficio del pueblo salvadoreño. Quedan en el pasado aquellas negociaciones oscuras que se hacían en el recinto legislativo, donde todo se resolvía al mejor postor, al mejor ofrecimiento, con tal de asegurar los votos de las fracciones al servicio de sus grupos financistas. Aún el trabajo de las sedes regionales de las oficinas de la Asamblea Legislativa se destaca por eficiente y efectivo, que realizan los funcionarios y dirigentes en la zona. Por poner un ejemplo, en la sede legislativa en San Miguel han articulado un excelente trabajo con las comunidades, dando respuestas a sus necesidades, manejando una política de puertas abiertas, también es manifiesto el trabajo coordinado que efectúan con las diferentes entidades y jefaturas departamentales de Gobierno para dar respuestas inmediatas a las necesidades de la población, confirmando una vez más que la oficina de la Asamblea está al servicio del pueblo.
Ya próximamente habrá elecciones internas en los diferentes partidos políticos y posteriormente las oficiales de país para 2024, cuando la población tendrá la oportunidad de evaluar nuevamente la efectividad de los legisladores y separar a aquellos que no fueron capaces de conectar con los intereses y las necesidades de sus comunidades. Recordemos que un buen legislador es el que trata de construir propuestas y no se enfoca solo en las propias. El país necesita legisladores capaces, gente formada con cualidades de servicio. Si no aprendemos a través de las leyes a servir, nuestra realidad nunca va a cambiar; el buen legislador no es el que habla o el que grita más, un buen legislador es el que aprende de la posición del otro e incorpora eso a su propuesta.
Durante las elecciones internas de cada partido, o en las ya oficiales elecciones de país, es inevitable ver la propaganda de aquellos que buscan una silla en el congreso. Pero la población se pregunta cómo tendría que ser ese político que se elija. Resultan muchas características que debería tener, pero podemos destacar las más importantes.
La transparencia: el diputado no debería tener ningún secreto en cuanto a su administración.
El compromiso social: un servidor público que no se preocupa por los más necesitados, la pobreza, la salud, la falta de educación o el desempleo, no sirve de nada.
La consistencia: debe tener consistencia en sus discursos; las promesas y los discursos se van con el tiempo, un político debe cumplir lo que prometió.
Preparación académica: las buenas ganas de ayudar al país deben tener una base profesional.
Una autocrítica: el ego, la soberbia en el poder, es uno de los peores enemigos de la política; debe ser capaz de hacer siempre mejor las cosas.
El liderazgo: esto es muy importante para todo político, le da la habilidad de inspirar y de influir positivamente en las personas con sus ideales y acciones.
En este sentido, deseamos lo mejor para todos aquellos aspirantes a una candidatura en las internas de los partidos políticos, pero no se olviden de que deben formarse primero para ser buenos legisladores.