La guerra contra las pandillas declarada por el Gobierno del presidente Nayib Bukele inició desde el lanzamiento del Plan Control Territorial, cuyo financiamiento fue bloqueado por la anterior Asamblea Legislativa. En ese entonces, ARENA-FMLN y sus aliados políticos impidieron la aprobación de los créditos necesarios para darles más armas y equipos a las fuerzas de seguridad a fin de combatir las estructuras delincuenciales.
Sin embargo, el Plan Control Territorial fue implementado y permitió un despliegue de militares y policías por todo el país. Con la nueva Asamblea Legislativa, el bloqueo financiero fue superado y comenzó el proceso para modernizar la Policía Nacional Civil y la Fuerza Armada.
El régimen de excepción complementó los esfuerzos en seguridad pública y, hasta la fecha, con ese instrumento se ha logrado la captura de más de 50,500 integrantes y colaboradores de las organizaciones criminales.
El último gran golpe a las pandillas fue la captura de uno de los cabecillas nacionales en Santa Ana, quien al ser detenido en una residencial privada tenía en su poder un lanzagranadas antitanque, un fusil M-16 y armas cortas. De acuerdo con las autoridades, Byron Arístides Salazar, alias Sleepy, es uno de los 15 cabecillas nacionales de la Mara Salvatrucha 13.
De acuerdo con el ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro, Salazar y el resto de la jefatura nacional de la MS-13 son responsables de la muerte de millares de salvadoreños en los últimos 10 años.
Gracias a los esfuerzos combinados de policías, militares y jueces se ha podido golpear fuertemente a la estructura de mando de la pandilla y se ha logrado, mediante el régimen de excepción, la detención de nueve de los 15 cabecillas principales de la organización criminal que integra 31 células de las que dependen 430 clicas de pandilleros.
Todavía hay trabajo por hacer y cabecillas que capturar, los cuales se esconden utilizando los recursos financieros obtenidos por medio de actividades ilícitas, como tráfico de drogas y armas, además de la extorsión.
Los patrullajes conjuntos de la PNC y el Ejército continúan y los pandilleros atacan a las autoridades con armas largas, como sucedió recientemente en zonas rurales de Ilopango y Nejapa, donde los criminales montan campamentos para evadir la cárcel y para almacenar armas, dinero y drogas.
Mientras los miembros más bajos de la jerarquía se esconden en matorrales y en zonas montañosas, los cabecillas como el Sleepy se resguardan en zonas residenciales. A todos les llegará el momento para responder por sus crímenes. El trabajo continúa y todo un pueblo está respaldando estos esfuerzos.