Toda sociedad ha tenido puntos de inflexión para desarrollarse, estancarse o retroceder. Sucede también en nuestras vidas. Son momentos impulsados por una fuerza (llámese movimiento, partido político, organización…) o una persona que toma las riendas y pasa a la historia como héroe o villano. Experiencias conocidas hay en demasía, desde el antiguo Egipto donde ciertos faraones dejaron sus legados para la posteridad, que hoy admiramos.
Muchos consideran la guerra civil en nuestro país como el último de esos puntos de inflexión, un antes y después; otros se van hasta 1932. Lo cierto es que ya tenemos historia como nación pero, a mi juicio, no hemos vivido el punto de quiebre que resulte en ese cambio de rumbo, de timón, de norte, que se traduzca en una sociedad desarrollada en todos sus ámbitos. Por el contrario, después de firmados los controvertidos Acuerdos de Paz, el poder fue asumido por estructuras viejas y nuevas que usaron el aparato estatal para generar exorbitantes ganancias que siguieron llenando la alforja de los grandes capitales que, a pesar de su discurso disque social, solo han abultado sus cuentas bancarias. Pero no hay mal que dure 100 años, y los salvadoreños estamos ante una coyuntura muy especial.
¿Será nuestro punto de inflexión? Es innegable que los cambios comenzaron con la llegada de Nayib Bukele al Ejecutivo. La mejor evidencia: los grandes capitales tradicionales cierran filas ante las que consideran amenazas a sus intereses. Se les va de las manos el poder que se apropiaron y usaron en su beneficio. Las nuevas ideas para gobernar los asustan y recurren a viejos discursos y, para colmo, a alianzas impensables tan solo hace un año, como la de ARENA y el FMLN.
La lista de los últimos mandatarios señalados de corrupción no deja fuera a ninguno. Es momento de que comience una nueva era, y la responsabilidad recae en cada votante. Uno de los significados que la Real Academia Española da sobre era es «extenso período histórico caracterizado por una gran innovación en las formas de vida y de cultura».
Estamos ante la oportunidad de comenzar ese camino de desarrollo, si en verdad nuestro deseo es heredar una mejor sociedad a hijos y nietos. ¿Por qué no comenzar ahora? Ya estamos viendo una muestra de lo que podemos lograr con políticas de verdadero y real beneficio social que se derramen desde los poderes estatales hasta los hogares. El domingo será oportuno para continuar con esa transición que ya es histórica. Las futuras generaciones escribirán sobre ello.