Una variante del coronavirus que produce la COVID-19 ha sido descubierta en el Reino Unido y ha encendido las alarmas en todo el mundo. Es mucho más contagiosa que el virus original y ya obligó a que la capital, Londres, y el sureste de Inglaterra impusieran duras restricciones para evitar más contagios.
Casi de manera paralela, en Sudáfrica igualmente se ha descubierto otra variante, también más contagiosa que la original, que está causando una segunda ola de infecciones, lo que ha elevado el número de hospitalizaciones y de muertes.
Las noticias son muy preocupantes, ya que vemos cómo el virus evoluciona frente a nosotros. En apenas poco más de un año de haber sido descubierto, ya se adaptó y busca la manera de prosperar.
Al igual que El Salvador, casi una veintena de naciones han cerrado sus puertas a los viajeros que provengan tanto del Reino Unido como de Sudáfrica, en un intento para no recibir en sus territorios las variables más contagiosas del coronavirus.
Como se señaló previamente, buena parte de la población inglesa ahora debe enfrentar movilizaciones severas y restricciones durante las fiestas. Como en muchas partes del mundo, en Londres se habían flexibilizado las medidas de prevención contra el contagio de la COVID-19 y las calles se habían llenado de gente.
En El Salvador, somos testigos de esa laxitud de la población frente a los protocolos de bioseguridad, con el Centro Histórico de San Salvador —y de todos los centros urbanos del país— lleno de personas que no cumplen el distanciamiento físico y que no usan de forma permanente las mascarillas.
A diferencia del Reino Unido y de la mayoría de las naciones, el Ejecutivo está atado de manos por los diputados y la Corte Suprema de Justicia, que imposibilitan restricciones a la movilidad. A eso se suma el obstruccionismo financiero, que ha privado de fondos al Estado para enfrentar la pandemia y le impide impulsar un confinamiento.
Enfrentamos, como nación, un enorme reto, dada la alta adaptabilidad del virus que ya se cobró la vida de 1.7 millones de personas y que ha infectado a casi 77 millones en el mundo. Depende de cada uno de nosotros evitar el contagio e impedir que la COVID-19 llegue a nuestros hogares. Seamos responsables con el uso de la mascarilla, el lavado de manos y la desinfección de nuestros hogares y lugares de trabajo. Es una cuestión de solidaridad y de preservación.