El mapa político salvadoreño ha cambiado drásticamente. El 28F será recordado como el parteaguas de la historia política debido a la profunda transformación del escenario. Los dos grandes partidos del sistema salvadoreño —ARENA y el FMLN— han sido desplazados del centro de poder, y el Frente, incluso, ha sido arrinconado hacia una posición de marginalidad, por debajo de GANA.
Según el conteo preliminar, Nuevas Ideas está haciendo historia al convertirse en el primer partido político con una bancada que no solo tendrá mayoría simple, sino que también superará la mayoría calificada. Esto significa que no requerirá la alianza con ningún partido para elegir a funcionarios de segundo grado o para aprobar préstamos internacionales. Es, sin ninguna duda, una increíble muestra de confianza del pueblo salvadoreño en el liderazgo del presidente Bukele.
Con la nueva mayoría, la Asamblea Legislativa dejará de torpedear los proyectos del Gobierno y, en su lugar, se convertirá en un aliado para el desarrollo nacional. Las nuevas fases del Plan Control Territorial, tan postergadas por los cálculos políticos de la saliente oposición, serán una realidad, así como otros proyectos que habían sido bloqueados desde el parlamento.
Este enorme poder, sin embargo, no es gratuito. Viene aparejado con un enorme compromiso desde la nueva fuerza política hacia la ciudadanía. Ya vimos que el partido se organizó de forma horizontal y de manera masiva, por lo que el ejercicio del poder interno ha mostrado ya —como quedó evidenciado en las elecciones primarias para elegir a los candidatos a diputados y alcaldes— que será de múltiples consultas populares.
El Salvador tenía uno de los sistemas políticos más estables del continente, con dos partidos «anclas» que acabaron convirtiéndose en un lastre para la sociedad. El 28F marcó una sentencia para ambos. ARENA todavía tiene cierto margen de maniobra y tendrá una bancada representativa. El FMLN, por el contrario, parece haber seguido el camino de la irrelevancia que adquieren los partidos comunistas por todo el hemisferio, institutos que se vuelven pequeños, compactos y fanatizados ideológicamente.
Ahora la estabilidad del sistema político se conseguirá al tener una herramienta popular al servicio de la nación salvadoreña. Muchos de los nuevos legisladores son jóvenes y profesionales, y llevarán la renovación y la innovación que tanta falta le hace al parlamento.
Estamos ante un hito histórico. Las encuestas habían adelantado el alcance de esta transformación, pero convertirlo en realidad ha sido la decisión de todo un pueblo.