El 5 de agosto de 2001, el usuluteco Ismael Antonio Orellana sufrió un accidente que le cambió por completo la vida.
Cuenta que ese día llegó a su casa al mediodía luego de trabajar en estructuras metálicas, cuando estaba intentando mover una antena de televisión, ya que la señal de recepción de uno de sus canales nacionales favoritos no era la adecuada, por lo que de repente sufrió una descarga eléctrica.
«Fue un domingo al mediodía que me ocurrió. Comencé a mover la antena y no se veía bien, por lo que observé que se habían reventado los cables que estaban sosteniendo la antena y la quise sostener, pero sentí que me jalaron.
Me quise soltar, gritaba y le pedía a Dios que no me quería morir», explicó Ismael sobre la descarga eléctrica que hizo que fuera trasladado hacia el Hospital Rosales, de San Salvador.
En el centro asistencial, luego de varios exámenes, los médicos determinaron que era necesario amputarle tanto los brazos como parte de las piernas (hasta las rodillas), debido a que el daño que produjo la descarga fue tal que amenazaba con afectar más órganos del cuerpo.
Manifiesta que luego del procedimiento médico se sintió frustrado e incluso su principal deseo era dejar de vivir, pero consideró clave el apoyo de su familia para salir adelante. Considera que fue fuente de inspiración para otros pacientes que estaban en el hospital y que se sentían también desesperados por su condición de salud.
«Yo decía que iba a dejar de comer para no vivir, pero salí adelante al ver a mi familia. En el hospital comencé a motivar a la gente. Estaba un señor de 60 años que le habían quitado las manos pero tenía los pies, pero no quería caminar. Entonces, llegué a animarlo, me le quedé viendo y le dije que él tenía los pies y yo no. Comenzamos a platicar y él se animó a caminar viéndome a mí», expresó.
Dos años después del incidente, una institución le hizo las prótesis para los pies. Su esposa, Mirella Concepción Carrillo, al momento del accidente tenía seis meses de embarazo de su última hija, que actualmente tiene 19 años, lo que también fue vital para que Ismael continuara luchando.
Después de eso decidió poner un taller de reparación de bicicletas en su casa, ubicada en la calle que va de Usulután hacia San Dionisio. Ismael ha formado su equipo de trabajo con su esposa, con quien se dedica a reparar bicicletas, oficio que había aprendido antes de sufrir el accidente.
«Ha sido difícil aceptar mi realidad, pero cuando uno lo acepta, a uno se le hace más fácil. Yo la ayudo con la mente a decirle dónde van las piezas. Mis manos son mi esposa. Yo solo la dirijo y ella es la que las repara», dijo. Con Mirella han criado tres hijos, un hombre de 24 años, quien ya no vive con ellos porque se acompañó con su actual pareja, y dos mujeres, de 22 y 19 años respectivamente.
Ella reconoce que han tenido momentos difíciles, pero se siente satisfecha de haber podido criar a sus hijos y estar al lado de su esposo, un ejemplo de superación ante los golpes de la vida. Si desea ayudarlos, puede comunicarse al 6107-9589.