Como ciudadano salvadoreño y, a la vez, como profesional de la sociología me veo en la imperiosa necesidad de exponer ante la opinión pública el rol socializador que cada uno debe desarrollar o ejecutar; y es que resulta incómodo darse cuenta de que hay algunos líderes religiosos que tratan de incidir en su feligresía sobre asuntos relativos al ámbito político. Es como si quisiesen volver al tiempo de la Santa Inquisición, cuando era la Iglesia la que imponía, de manera contundente, las riendas de los países donde tenía amplia influencia y castigaba fuertemente a quienes se oponían so pena de acusarlos de herejía, lo cual se conceptualiza como un conjunto de ideas religiosas contrarias a los dogmas de una doctrina religiosa, las cuales son rechazadas por las autoridades eclesiásticas. La Inquisición fue una institución de origen medieval, fundada para combatir las herejías contra el cristianismo. Algo similar ocurre en nuestro país y se pueden visualizar algunos «líderes religiosos», por supuesto, no todos, que entienden un rol socializador como formadores de valores espirituales.
Para el caso que nos ocupa, no se puede ni se debe como pastores, sacerdotes o líderes espirituales convertirse en mensajeros políticos al esgrimir valoraciones en contra de las acciones del actual Gobierno con una tendencia marcada a favor de grupos irregulares, como las pandillas, haciendo uso de argucias, como pretender ver a un Gobierno opresor y violador de los derechos humanos. En sus prédicas pretenden envolver a sus seguidores, como si estuviésemos en tiempos de persecución de la Iglesia, lo cual no es éticamente correcto; como el tratar de desprestigiar a un Gobierno que vino a resolver un problema de seguridad, donde los anteriores gobiernos no tuvieron ni las agallas ni el talante, mucho menos la voluntad política, para solventarlo. Pero resulta lógico, pues tanto ARENA como el FMLN resultaron ser los hermanitos políticos con membresía focalizada en grupos pandilleriles, y en el caso de algunas iglesias a las que les resultaba un negocio rentable, por las erogaciones de supuestos programas o proyectos de prevención, cosa más espantosa, pues estos lugares se convirtieron —como lo dijo el Maestro— de «la casa de Dios en cueva de ladrones».
Ahora todo tiene sentido, y de igual manera existen otros líderes religiosos a quienes se les terminó la temporada alta, pues se acostumbraron a lactar de los gobiernos anteriores. Y como bien se sabe que la raíz de todos los males es el amor al dinero, en ese sentido, al verse financieramente excluidos del actual Gobierno para manejar programas de capacitación docente, diseño, supervisión y construcción de infraestructura escolar, entre otros, ahora se dedican a esgrimir cualquier comentario contra un Gobierno que está generando de manera vigorosa la recupe ración de un país, anteriormente conocido como uno de los más violentos y peligrosos del mundo.
Hay que tener conciencia de que falta mucho por hacer, pero que los salvadoreños de bien estamos claros en que es la ruta o el hilo conductor para seguir, para lograr una franca recuperación de nuestro querido país. Además, reconociendo que todo Gobierno o autoridad es puesta por Dios, entonces no se ve la lógica de algunos líderes religiosos de tener una antagónica posición a las decisiones del Gobierno, y estas avaladas por una mayoría contundente de la población.
Lo que los salvadoreños debemos valorar y conocer, desde el punto de vista sociológico, es el rol de las iglesias con miras a promover los valores espirituales; es decir, que existe un desconocimiento o lo hacen como parte de una agenda política oculta, de un sector de iglesias del país al inmiscuirse en asuntos relacionados con el ámbito puramente político; y no es que se quiera censurar el que tengan una opinión como salvadoreños en torno a la forma de gobierno, es que no deben mezclar política con religión.
Como ya lo escribí en artículos anteriores, es una mezcla que no puede ser. No obstante, en algunos medios televisivos se conoció que un reconocido líder religioso ya no cita la Biblia como debería ser, más bien cita la Constitución para esgrimir sus «valoraciones» en torno a temas puramente políticos. Es allí donde el dicho popular adaptado a la ocasión dicta que zapatero a tus zapatos y pastor a tus ovejas. Es de reconocer el rol que la Iglesia salvadoreña, en el amplio sentido de la palabra, que promueve acciones en favor de inculcar en nuestra juventud, niñez y adolescencia valores y orientaciones para la vida, las cuales forman parte del haber sociocultural de cada persona involucrada.
Es de reconocer el rol socializador de muchas iglesias, que finalizando el año escolar promueven acciones como campamentos, eventos deportivos, eventos culturales, orientación vocacional, etcétera, que es justamente el deber ser de la Iglesia, llevar un evangelio práctico sin incidir negativamente en nuestras nuevas generaciones.
Es muy probable que el presente artículo genere controversia entre algunos líderes religiosos y no dudo que vendrán los ataques, pero lo importante es que las cosas se deben decir, expresar, se deben escribir para que nuestra memoria colectiva reconozca las cosas como deben ser.
A algunos líderes religiosos se les olvidan varias cosas y la más elemental es que su base para el desarrollo de la mencionada socialización y, por ende, la formación de los valores espirituales es la Biblia no la Constitución de la República. Se debe tener claridad de que todos tenemos un rol que debemos desarrollar; para el caso, el profesor socializando a sus estudiantes, el abogado acusando o defendiendo causas penales según fuese el caso, el ingeniero y arquitecto construyendo la infraestructura de nuestro país, la familia socializando al niño desde sus primeros días y la Iglesia orientando, promoviendo y reforzando los valores espirituales que tanta falta nos hacen para coadyuvar a regenerar o reconstruir nuestro tejido social, que es la familia; y si la sociedad falla en no saber conducir y reorientar a la persona, existe, entonces, la resocialización, que en otras palabras es el sistema judicial el que se encarga de reinsertar a la persona a nuestro sistema de normas y de valores. «Zapatero a tus zapatos y pastor a tus ovejas» To be continued, si fuese necesario…