Hemos dejado atrás 2021, un año que al igual que su antecesor resultó muy atípico, y, a pesar de disponer de experiencias y herramientas para combatir la pandemia mundial, aún se observaron repuntes de contagios en varios países y el nuestro no fue la excepción, y es que, sin dudas, de entre los distintos fenómenos que han ocurrido en estos últimos años la pandemia ha marcado la vida de cada uno de nosotros y ha sido causante directa de muchos de nuestros cambios en los distintos entornos.
Así mismo, 2021 representó un gran desafío para la naturaleza y los ecosistemas a escala mundial. Huvo diversos temas en las agendas que quizás para la mayoría de la población pasaron inadvertidos, ya sea por el poco interés que existe en abordar estas temáticas o porque son muy sensibles en magnitudes económicas y de seguridad, muchos de estos eventos resonaron e intentaron provocar un cambio en la conciencia colectiva de la población, como la pasada reunión de la Organización de las Naciones Unidas, llamada popularmente COP26, la cual tuvo como propósito la reunión de las grandes potencias para ver los avances, discutir las propuestas, las medidas y asumir verdaderos compromisos ambientales para frenar el cambio climático.
Previo a la COP26, la comisión de científicos del cambio climático, conocida como IPCC, publicó y presentó su sexto informe con el objetivo de que este creara conciencia en los tomadores de decisiones sobre la amenaza latente del cambio climático, donde a partir de la evidencia científica, y sin duda a error, sostiene cómo la actividad humana es la causante directa de los efectos del cambio climático en el mundo.
La COP26 nos dejó un amargo sabor de boca al no presentar propuestas concretas que requieren un significativo cambio en la forma en la que la humanidad consume sus recursos naturales y en cómo las grandes potencias no asumen compromisos de peso obligatorios para enfrentarse a la amenaza del cambio climático. Esto representa un gran problema para países como el nuestro, el cual no es causante significativo del impacto y de la aceleración del cambio climático, pero sí uno de los que por su región es más golpeado por los efectos de este fenómeno para nuestra forma de vida.
Sin duda, 2021 significó un año más que refleja la necesidad e importancia que como humanidad le debemos dar al tema ambiental, porque evidenciamos de primera mano cómo la estabilidad del planeta está en juego y lo percibimos ya con dos años de pandemia, en los que la naturaleza nos da un pequeño escarmiento en que nuestro desarrollo debe ir en concordancia con el respeto a la biodiversidad y a la conservación de los bosques. La pandemia, sin duda, ha sido una antecesora a lo que puede ser un caos irreparable cuando los efectos del cambio climático aumenten en nuestro entorno
En este contexto, debemos estar conscientes de que existe un vínculo entre lo que nos pasa en nuestra cotidianidad y de los cambios globales que se generan a raíz de nuestra forma de desarrollo. En 2022, tenemos el desafío de poner verdaderamente en agenda el tema ambiental como algo prioritario para que desde nuestros bastiones hagamos un cambio positivo y resiliente en nuestras comunidades.