El título de este artículo pareciera un poco sensacionalista, pero no podemos ocultar los grandes retos y desafíos que nuestro país tendrá que enfrentar como «prueba de fuego», asimismo, todas las naciones del mundo.
Con el inicio de un nuevo año se destacan los nuevos propósitos y las expectativas tanto individuales como de la sociedad, después de un año 2022 bajo el difícil contexto geopolítico de una guerra que ha afectado al mundo entero con sus consecuencias colaterales, además, luchando con los últimos estertores de una pandemia que ha durado tanto tiempo. Todo esto arrastra consecuencias socioeconómicas importantes. La guerra en Ucrania y las consiguientes sanciones occidentales con Rusia incrementaron las tensiones geopolíticas, catapultaron los precios de la energía y los alimentos a niveles récords y perturbaron la cadena de suministros. La precaria situación de la energía seguirá causando dolores de cabeza a los gobiernos de turno.
Todo esto implica una revisión notable de las políticas frente al desarrollo sostenible, el cambio climático, los desastres naturales, la cobertura de la salud, el combate a la corrupción, etcétera. También esperamos un año en el que se van a acelerar las innovaciones tecnológicas como la nube, la computación perimetral, el aprendizaje automatizado, el metaverso, los «tokens» no fungibles (NFT), la robótica y las redes 5G van a avanzar a velocidades muy difíciles de mantener. Por tanto, las sociedades y las empresas que quieran mantener la ventaja competitiva tendrán que promoverse a la vanguardia de la innovación tecnológica o quedarse en el «polvo digital» de su competencia. En 2023, los consumidores, los clientes comerciales, los inversores van a demandar cada vez más tecnología y una educación de alta calidad. Si 2022 fue un año duro para la economía global, 2023 avanza a ser aún peor con una recesión económica mundial al acecho.
En el ámbito nacional, este año, cabe mencionar que los funcionarios de Gobierno en el Ejecutivo y los gobiernos municipales serán probados en sus más altas competencias, y la forma efectiva de resolver las necesidades que demande la población darán fe de que sí están realmente capacitados para esos cargos.
También tendremos un año preelectoral en el cual los funcionarios tendrán que someterse al escrutinio exhaustivo de la población que va a medir de manera crítica su rendimiento. Lamentablemente, algunos funcionarios no han dado la medida; sin embargo, todavía tienen la posibilidad de demostrar sus capacidades y la justificación de sus nombramientos, para ello deberán implementar un verdadero diálogo con la población, que demuestren que fueron nombrados para servir al pueblo, que son empleados del pueblo y no personajes inaccesibles, que eliminan todos sus contactos de comunicación personal para encerrarse en la caja de cristal de sus oficinas. Recordemos que algunos funcionarios formaban parte de las estructuras políticas tradicionales bipartidistas que tanto daño hicieron al país y, como una especie de reciclaje, lograron enquistarse en las esferas tanto del Gobierno, como en los gobiernos municipales. Debemos tener presente esto: «El pueblo es el que quita y pone funcionarios». Significa que será el pueblo el que va a determinar con sus votos, mediante elecciones internas de los partidos políticos y elecciones oficiales, si ellos hicieron bien o mal su trabajo.