En el mundo moderno hemos adoptado costumbres o hábitos nutricionales como ingerir alimentos enlatados, embolsados, empacados o encajonados, es decir, presentados de tal forma que sean perecederos, los cuales tienen, además de preservantes, sustancias pegajosas que se adhieren a los dientes. Esto hace que las bacterias se incrusten con más facilidad, lo que causa daño a la estructura de los dientes.
Otra verdad a la que nos enfrentamos los que sobrevivimos al mundo de la modernidad son los hábitos poco saludables que nos llevan a padecer de enfermedades sistémicas crónicas. Entre las más comunes en nuestro medio están la hipertensión, la diabetes y las complicaciones que afectan órganos importantes, como los riñones, el cerebro o el hígado.
Al analizar ambas verdades —los hábitos y las enfermedades—, a los odontólogos nos importa mucho mantener la salud bucal de estas personas comprometidas sistémicamente, ya que el proceso inflamatorio que se encuentra en la boca podría llegar a complicar estas enfermedades y la salud general del paciente.
Las personas que tienen un tratamiento para la hipertensión, la diabetes, enfermedad renal o hepática, los que usan de forma prolongada ansiolíticos o padecen de gastritis, por tanto medicamento que ingieren, son pacientes que deben acudir a la consulta odontológica con más frecuencia. Una inflamación o acumulación de bacterias en la boca aumenta el riesgo de una complicación mayor en su estado general.
En la consulta, algunos pacientes sistémicamente comprometidos presentan procesos infecciosos que producen desechos como el pus. Esas células muertas son deglutidas y llevadas por el tracto gastrointestinal, lo que podría provocar inflamación de la garganta, una enfermedad respiratoria, mal aliento, mal sabor, dolor de estómago, inflamación del colon, sangramiento en las encías y, en ocasiones, la pérdida de piezas por aflojamiento, lo cual se debe a la pérdida del hueso que las sostiene.
Se debe tener un control de bacterias apropiado, especialmente en las personas con riesgo, no solo por el temor a perder las piezas sino porque podrían provocar un proceso que afecte la salud o el mantenimiento de la enfermedad.
La mayoría de los medicamentos que se utilizan en estas condiciones provoca sequedad en la boca, por lo que se debe combatir. Hay que mantener la boca húmeda —enjuagándose o bebiendo mucha agua—, tomar las medidas higiénicas que el odontólogo ha indicado o buscar a un profesional que pueda controlar las bacterias bucales para no permitir una complicación tan grande que provoque la pérdida de todas las piezas.
Finalmente, me quiero referir a las mujeres embarazadas, quienes pueden ser afectadas por un proceso inflamatorio en la boca y esto provocar un parto prematuro o un aborto. Es importante que el control de las bacterias en la boca sea llevado de la mano tanto por el obstetra como por el odontólogo para evitar este tipo de complicaciones. Es un mito decir que por cada hijo se pierde un diente, pero es real que las bacterias hacen de las suyas en la boca de las mujeres con cambios hormonales, especialmente en el período de la gestación, por lo que debemos estar atentas y hacer una limpieza dental al menos en el primero y en el segundo trimestre.