Tras verse derrotados en las urnas, los partidos ARENA y FMLN siguen usando los medios tradicionales para darle volumen a sus desgastados discursos o para crear nuevas narrativas para que el colectivo salvadoreño se forme teorías, basadas en el descontento principalmente, que se traduzcan en respaldo para 2024, cuando habrá elecciones generales.
Esa narrativa es variopinta, incluye algunos adjetivos y construcciones gramaticales que en tiempos de los poderes tricolor y rojo eran impublicables en esos medios. Y ni pensar en alianzas con enemigos acérrimos, que poco a poco se fueron convirtiendo en amigos necesarios.
Una de las ideas que han estado construyendo los medios tradicionales es que los diputados de Nuevas Ideas son afines al presidente Nayib Bukele, pero no en el sentido de que legislan con el mismo propósito de beneficiar a los salvadoreños, sino que obedecen a todo lo que emana de Casa Presidencial. Y si las iniciativas del Ejecutivo son en beneficio del pueblo ¿por qué no aprobarlas? Sería inconstitucional no hacerlo, pues el fin de todo deben ser los habitantes.
Creo que esa construcción no obedece a un verdadero interés por el equilibrio o el balance de poderes. No. Más bien es la expresión del enojo porque Bukele y Nuevas Ideas recibieron el respaldo pleno del votante que, cansado del falso balance que pregonaron ARENA y el FMLN durante 30 años, decidió soberana y democráticamente otorgarles correlación absoluta al Ejecutivo y Legislativo. Y los resultados son evidentes: no hay trabas al trabajo a favor de la ciudadanía. También pudiera obedecer a una amargura periodística emanada de líneas editoriales.
Cuando la bancada cian —que alcanza la mayoría calificada de 56 votos gracias a los electores— aprueba iniciativas ejecutivas, en esencia lo hace por afinidad al pueblo, que es el supremo que puso a cada diputado y sus suplentes en las curules. Son afines al pueblo.
Otra idea que los medios tradicionales quieren sembrar en la mente de los salvadoreños es que los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia fueron impuestos, y lo mismo aplican para el fiscal general. Con cada golpe a la impunidad y a la corrupción estatal de las anteriores administraciones, entre estos la reapertura del caso de la masacre de los padres jesuitas, recurren a este adjetivo.
Los gobernantes, incluyendo a jueces, son colocados democráticamente, pues resultan del ejercicio contenido en la Constitución de la República. Si a los partidos tradicionales no les gusta el proceso, hubieran modificado la Carta Magna cuando gobernaban, si es que podían, pero ni eso hicieron al creer que la alternancia sería por muchos años más, favoreciéndose mutuamente.
El poder democrático radica en el pueblo, y este elige a los gobernantes que desea cualitativa y cuantitativamente. Si decidió otorgar la mayoría suficiente para que una bancada tuviera la llave de elección de magistrados, ¿cuál es la imposición?
Al parecer, construir y esgrimir estos dos argumentos (afinidad e imposición) tienen el objetivo de incidir para que los votantes se vuelvan a decantar por ARENA y el FMLN (hace pocos años era impensable trabajar a favor de los rojos), para volver al estado de las cosas antes del 1.º de mayo, cuando los esfuerzos del Ejecutivo estaban enfocados en combatir la pandemia por coronavirus e inseguridad, pero eran bloqueados sin cesar por las bancadas tradicionales que, para ese entonces, eran mayoría.
Sin el apoyo del pueblo, ahora quieren hacer ver que este se equivocó al darle mayoría a Nuevas Ideas para que el presidente Bukele pudiera echar a andar su proyecto político con resultados palpables. ¿No es así como funciona la democracia o solo cuando los financistas y simpatizantes tienen mayoría?
Sabemos que la construcción de estas y otras ideas en el imaginario colectivo seguirán y arreciarán conforme se acerquen las elecciones generales de 2024. Pero solo el pueblo tendrá de nuevo en sus manos la decisión de extender esa sincronía entre el Ejecutivo y Legislativo, que es satanizada por la oposición, o volver a la estéril política que crearon en su momento ARENA y el FMLN, pero que ahora cultivan juntos como lo hicieron por separado durante 30 años, a pesar de su travesía a la extinción.