Un padre de familia me consulta preocupado por el comportamiento cada vez más violento de su hijo menor de 14 años y pregunta si está bien inscribirlo en clases de algún tipo de artes marciales.
En el pensamiento común, la mayoría de las personas estaría de acuerdo con el planteamiento de este preocupado papá. Suena bastante lógico pensar que en el gimnasio de artes marciales o en el boxeo, una persona agresiva aprenderá a controlar su comportamiento violento y que ahí canalizará todo su ímpetu de manera saludable y no en gritos, amenazas y pleitos destructivos en la casa.
Pero lamentablemente lo que sucede es que, como dice el refrán popular, la medicina resulta peor que la enfermedad, ya que por mucha disciplina que ponga el entrenador o que haya en el gimnasio, a final de cuentas en la psique de este adolescente se termina fortaleciendo el comportamiento violento.
Atentos, no quiero decir que en los gimnasios de artes marciales se estimule el comportamiento violento y destructivo. No estoy afirmando eso. Conozco de primera mano que hay una filosofía de vida que le da sustento a la actividad de deportes como el judo, el karate y otras disciplinas marciales. Pero en el caso específico que nos ocupa, inscribir a una persona con un comportamiento preocupantemente violento a práctica de deportes de este tipo, es como querer apagar el fuego con gasolina.
Este tipo de deportes producen resultados extraordinariamente sorprendentes en individuos temerosos, apocados, tímidos, que necesitan un tipo de actividad que les permita descubrir su potencial y desarrollarlo. Las artes marciales, entonces les ayuda a fortalecer su personalidad, su autoestima y mejora la seguridad en ellos.
Pero las artes marciales no son métodos terapéuticos, son, en esencia deportes.
¿Entonces, qué es lo recomendable hacer?
Antes de echarle toda la culpa al pobre cipote, debemos analizar cómo es la dinámica familiar y cuál ha sido el manejo disciplinario que se ha construido para el hijo menor. Tal vez ha habido demasiada tolerancia y permisividad de tal manera que los berrinches iniciales le permitieron a este hijo obtener todo lo que quería con gritos y pataletas.
Se debe analizar cuál es el comportamiento de papá y mamá y de qué manera ellos expresan conductas violentas que justifican entre ellos, pero censuran en su hijo. A lo mejor este adolescente de 14 años es el paciente identificado, pero es toda la familia la que vive una situación disfuncional y patológica.
Es importante que, si llega a ser necesario, primero se debe pensar en un proceso terapéutico para el hijo y, solo después, pensar en los otros recursos periféricos de apoyo al desarrollo de la personalidad madura y equilibrada, como el deporte.
Es muy probable que, en lugar de pensar en artes marciales, se deba pensar en arte-terapia, que es una metodología fantástica para expresar todo el mundo interior de una persona de una manera controlada, muchas veces lúdica, y que se realiza con la supervisión de un experto.
Las artes marciales como deportes son fantásticas, sus deportistas son admirables atletas, y aquellos que lo toman en serio logar un adecuado equilibrio físico y mental, pero no lo aconsejo para personas violentas.