La sobrepesca, la pérdida de su hábitat, la contaminación química de mares, el tráfico marítimo, la carencia de alimento, el cambio climático y otros factores que causan daño catastrófico a los océanos amenazan la supervivencia de todos los seres marinos, incluyendo a las ballenas.
Proteger a estos mamíferos es mucho más que salvar una especie. Su recuperación tiene implicaciones para los ecosistemas y la cadena alimenticia, por lo que es necesario hacer investigaciones que ayuden a protegerlos y preservarlos.
«La situación general de los investigadores de vida silvestre a escala mundial es precaria, hay muy poco dinero para estudios de vida silvestre. En un principio, la investigación en el planeta se financiaba a través de la colecta de dinero por ceder permisos de cacería. Estados Unidos se inventó ese permiso para apoyar la investigación y fue así como la población que era cazada entró en situaciones críticas; por lo tanto, los permisos comenzaron a disminuir, pero también disminuyó la cantidad de fondos para hacer investigación», detalla Melvin Castaneda, biólogo y coordinador del Proyecto Megaptera El Salvador.
Desde la caza masiva de ballenas para comercializar su piel, su grasa y partes del cuerpo en el siglo XVII, las poblaciones de algunas especies han descendido notablemente. Esto aplica para los subórdenes taxonómicos de ballenas dentadas (que tienen dentadura para cazar, matar y cortar) y ballenas barbadas (con barbas que se puede comparar con un filtro de agua), preocupando sobremanera la situación de estas últimas.
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