«[…] La gloria te pertenece por ser valiente y luchador, tú tienes ya la corona y los laureles del triunfador». Hasta acá se lee y escucha bonito, pero desde el 20 de mayo de 2023 esa letra del himno del Alianza bien podría seguir: «[…] Y ahora son 12 muertos los que te siguen hasta el final»… ahora pues, ya no se lee, suena ni se escucharía bonito.
Pero así de feo y fatal ese cambio en el himno del Alianza se dio el 20 de mayo, el día fatídico, cuando 12 aficionados murieron aplastados por una estampida humana cuando intentaban ingresar al estadio Cuscatlán para ver a su equipo en el clásico contra FAS por el pase a semifinales.
Desafortunadamente, es la mancha que llegó para quedarse arraigada al Alianza producto de una tragedia en la que los jugadores, ni la mayoría de los aficionados, tuvieron algo que ver, como sí la dirigencia. La marca de los «12» estará presente cada vez que un aficionado llegue a ver al Alianza, sobre todo en el estadio Cuscatlán, si es que optan por seguir jugando en ese escenario.
Y es que desgracias relacionadas con el fútbol ha habido varias, pero quizá ninguna por la avaricia o por la gañanada de sumar dólares a costa de sacrificar a los aficionados.
Les pasó a algunos verdaderos clubes como el Manchester United, el 6 de febrero de 1958, luego de empatar 3-3 con el Estrella Roja, de Belgrado, para clasificarse a la semifinal de la Champions League. Pero jamás la jugarían, pues luego de hacer escala para repostar combustible en Múnich, Alemania, el piloto hizo dos intentos por despegar, siendo imposible por ruido excesivo en los motores, y al siguiente día, en el tercer intento, el sobrecalentamiento de un motor provocó la desgracia, murieron ocho jugadores.
En nuestro continente, el 8 de diciembre de 1987 los jugadores, el cuerpo técnico y los dirigentes del peruano Alianza Lima, a bordo de un avión militar Fokker, cayeron al mar. En total murieron 43 personas y el único que se salvó fue el piloto, y jamás encontraron los cuerpos de cinco jugadores. Lo que encontraron fue el balón con el que ganaron el partido contra el Pucallpa, y eso es parte de lo que ahora exhibe el centenario equipo peruano.
En noviembre de 2016, el brasileño Chapecoense enlutó a más de 200 millones de brasileños cuando el avión chárter en el que viajaban desde Brasil con escala en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, hacia Medellín, Colombia, para el juego de ida de la final de la Copa Sudamericana, se estrelló y murieron 71 personas, entre ellos 22 futbolistas y 21 periodistas. A estos equipos mencionados, los recuerdos de esas tragedias los marcaron, pero los volvieron más grandes, ganaron corazones en el planeta fútbol.
Dentro de estadios, una tragedia fraguada por una estampida sucedió el 16 de octubre de 1996, en el entonces estadio Mateo Flores (ahora Doroteo Guamuch), en la capital de Guatemala, previo al partido por la eliminatoria de Francia 98 contra Costa Rica; 83 personas enlutaron a todo ese país.
Las razones de esa tragedia: sobreventa de boletos, venta de bebidas alcohólicas, falta de logística adecuada para un evento masivo y cero medidas de prevención y seguridad; y, por supuesto, todo avalado por nefastos dirigentes.
Lo vergonzoso es que 27 años después de la tragedia de Guatemala las razones para la estampida del estadio Cuscatlán y la muerte de 12 aficionados, y por las que el Alianza tendrá en adelante que vivir arraigado a su nuevo uniforme, blanco y negro, son las mismas. Toda una vergüenza no haber aprendido la lección.