No es de extrañar que los caminos del Señor se junten. Es lo que pasó el miércoles 1.º de diciembre de 2021 en una nota publicada por «El Faro», firmada por José Luis Sanz y Robert Greissier, donde reproducen las exigencias del senador demócrata Bob Menéndez, entonces presidente del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara Alta del Senado estadounidense, en la cual insta al Gobierno de Joe Biden a que «Nicaragua y El Salvador no deberían gozar de preferencia comercial» y de analizar la suspensión del Tratado de Libre Comercio (Cafta) de ambos países.
Bob Menéndez, senador por Nueva Jersey, pertenece a la minoría demócrata de bulldogs que hace lobby no solo contra el presidente Bukele, sino también contra otros gobiernos latinoamericanos, como México, Cuba, Nicaragua, Venezuela y Colombia, bajo la mampara de un anticomunismo recalcitrante y obsoleto, protegidos por las mafias retrógradas del Congreso, cuyos miembros, como Sandra Torres & Cia., son de señas conocidas.
Lo anterior viene al caso ahora que se han intensificado las negociaciones entre el Fondo Monetario Internacional (FMI) y El Salvador, y la labor que estos lobbies ejercen al torpedearlas bajo la fachada de organizaciones estadounidenses de la sociedad civil y de defensa de los derechos humanos. Así, presionan al Departamento de Estado y a congresistas interesados para que Estados Unidos mantenga una posición dura e intransigente frente al Gobierno del presidente Bukele y hagan uso de su peso en el FMI para que este condicione cualquier posible plan de financiamiento a El Salvador.
Hasta la fecha, este impacto se ha sentido, pues el préstamo que el Gobierno está negociando con el FMI sigue en espera, bajo los argumentos del FMI de que el Gobierno salvadoreño dé marcha atrás con su proyecto monetarista del bitcóin y muestre más transparencia en sus procesos administrativos. Una medida injerencista del organismo multilateral en los asuntos internos de una nación soberana. La cual no es, bajo ningún precepto, aceptable.
La recomendación de Menéndez y del grupo de tiburones corruptos que él lidera para endurecer las sanciones contra El Salvador evidencia la fractura entre el Gobierno de Nayib Bukele y sectores del Partido Demócrata estadounidense. No en vano Bob Menéndez afirmó que «en el caso de Nicaragua tenemos una dictadura ascendente y en El Salvador tenemos retrocesos dramáticos en la democracia». Bob Menéndez, supuesta «blanca paloma» demócrata, es uno de los políticos señalados como más corruptos del Senado estadounidense, sospechoso de haber recibido sobornos, junto con su esposa, a cambio de su influencia en el Comité de Relaciones Exteriores.
La Fiscalía de EE. UU. acusó a Bob Menéndez de ser un agente al servicio de Egipto. Por ello, fue enjuiciado por violar una ley que exige a los estadounidenses transparentar ante el Gobierno si tienen vínculos con poderes extranjeros. Se trató de la ampliación de otra acusación en la que se afirmaba que Menéndez y su esposa habían recibido dinero en efectivo, oro y un coche convertible como presuntos sobornos por parte de tres empresarios que buscaban su influencia en Washington.
Todo ello pone en evidencia el ansia desesperada de periodistas como José Luis Sanz y su clica de «El Faro» para difamar «el régimen del presidente Bukele», y de paso a El Salvador, a cualquier precio. Estos mercenarios de una fundación manipuladora y provocadora de desestabilización social en varios países del orbe, llamada sarcásticamente Open Society, deberían de mirar primero la paja en ojo propio y de denunciar a sus «fuentes fiables», como al señalado por corrupción el senador Bob Menéndez, antes de rasgarse las vestiduras hablando en nombre de la transparencia y la anticorrupción.
Bien dice el refrán: «Dios los cría y ellos se juntan».