Me encanta tratar con personas porque muchísimo de lo que soy en este momento es gracias al ejemplo de todas las personas con las que interacciono.
Por diferentes situaciones en el transcurso de la vida conocemos a personas que resultan convertirse en un ejemplo para nosotros. En una ocasión, conversando con una persona, me compartía que había disfrutado su juventud al máximo, practicando diferentes deportes, viajando por diferentes lugares y estudiando o aprendiendo muchas cosas; poco a poco fui coincidiendo en otras ocasiones con esta persona y me di cuenta de que todas las demás personas no le importaban mucho, decía que quería compartir sobre todos sus conocimientos, pero era realmente todo lo contrario; al darme cuenta supe que yo sí quería darle la debida importancia a las personas cercanas a mí y que compartiría lo poco o mucho que aprendiera con las personas a quienes les fuera útil.
En otra ocasión, en una capacitación estaba compartiendo con un grupo multidisciplinario y la persona encargada de facilitar el aprendizaje preguntó uno a uno los nombres de los participantes. Todos mencionamos nuestro nombre y cómo nos gustaba que nos llamaran, una de las personas, cuando fue su turno para mencionar su nombre, dijo su nivel académico y su apellido. La persona a cargo de la sesión, con una sonrisa y tono amable, le preguntó nuevamente cuál era su nombre, y la persona insistió en repetir su nivel académico y su apellido. Quien facilitaba la temática no insistió más; entonces supe que yo quería ser recordado siempre por mi nombre, que era algo que me representaba perfectamente, y no por mi nivel académico.
Conocí en mi proceso educativo a diferentes profesionales que se dedican a la enseñanza, uno de ellos me llamaba la atención porque en sus ponencias compartía sobre su autobiografía y poco contenido de las temáticas relacionadas con el aprendizaje. Todos los compañeros coincidíamos en que no había mucho aprendizaje sustancial, pero conocíamos bastante sobre su vida personal, que no estaba relacionada con los objetivos de aprendizaje. Años después esa persona había ido en diferentes instituciones educativas con el mismo patrón, y al escuchar a los alumnos, seguían mencionando el mismo comentario; entonces supe que si yo llegaba a compartir cualquier tipo de conocimiento, trataría de compartir experiencias personales que sí enriquecieran la temática y no mi ego.
En situaciones de procesos internos de una empresa me he dado cuenta de que hay personas que cuando deben colaborar o atender a compañeros de trabajo les dan ideas vagas, indicaciones incompletas y comentarios que no colaboran para lograr que se concluya un proceso en específico; y he aprendido que no importa quién sea ni el puesto que tenga esa persona, debo tratar bien a todos.
De todas las personas podemos aprender, todas las personas nos sirven de ejemplo, pero nosotros somos los responsables de ocupar esos ejemplos adecuadamente, sin importar cómo sean con nosotros, pues no es justificación para nuestras acciones erróneas, o pagar con la misma moneda. Tenemos como bien el término de Viktor Frankl «la última libertad». Cada uno tiene la libertad de decidir cómo quiere ser recordado, cómo tratar a los demás y cómo quiere actuar.