Las elecciones de 2024 se acercan. Los partidos políticos en extinción corren de un lado a otro buscando quién aún los escuche y les brinde apoyo financiero, para lo cual tendrían que elaborar un discurso propio, «creíble». Algo imposible. El vino nuevo no se echa en odre viejo. Aunque el vino agrio sí ha sido vaciado en otros insignificantes recipientes.
Después de la finalización de la guerra civil, a los «expertos» en campañas políticas les fue fácil montar estrategias y elaborar discursos porque las batallas simplemente eran entre partidos de derecha y de izquierda. Las agencias de comunicación frotaban entonces sus manos para obtener jugosas ganancias utilizando el manual de campañas más sucias que limpias. Muy «famosa», por cierto, la del G5.
Claro, areneros tiraban toda su artillería comunicacional a la ex guerrilla recordando toda la destrucción que causaron durante la guerra, cuando la vida de inocentes, de torres eléctricas, puentes, vacas y postes pagaban «el pato». Los rojos, por su parte, montaban sus mensajes en contra de los tricolores acusándolos de todo tipo de corrupción.
Y así se intercambiaron los papeles por 30 años. Los ataques eran falsos, pues lo que pretendieron siempre fue engañar al pueblo para mantenerse en el poder con la alternancia. Siempre fueron hermanos y se autoprotegieron. Al llegar al Gobierno, ¿cuándo se hicieron daño? La cursiva es mía.
Sin embargo, ahora, sistemáticamente unidos se enfrentan a un nuevo escenario. Ese que a partir de 2012 comenzó a configurarse, cuando en la oferta política apareció un joven compitiendo por una alcaldía, que para esos partidos retrógrados no significaba nada. Pero que para Nayib Bukele marcaba el inicio del camino de una nueva historia.
Todo el país giró su mirada hacia aquel lugar cuando vieron la nueva forma de gobernar de un joven audaz y visionario. De la misma forma que en Nuevo Cuscatlán, Nayib condujo los derroteros de la alcaldía de San Salvador en favor de los capitalinos. Y por su carisma, trabajo, valentía y visión se había convertido en el líder que los salvadoreños tanto anhelaban en esta sufrida nación.
Las alarmas políticas y aspiracionales se dispararon para las elecciones presidenciales de 2019; y por más que los partidos tradicionales hicieron de todo, literalmente de todo, por obstruir su llegada a la silla presidencial, Nayib logró lo que nadie pudo o creyó que sucedería. El pueblo hizo que aquel joven rompiera el bipartidismo y el sistema que ARENA, FMLN y Rodolfo Parker montaron para someter a la nación y enriquecerse a manos llenas. Se entiende el odio y la desesperación.
Ahora, tenemos a la vuelta de la esquina una triple elección, con el nuevo escenario establecido. Y ya deambulan en el ambiente los «viejos asesores en guerra sucia», pero también otros que se dicen «estrategas en el manejo de imagen en redes». Y muchos caen como bobos. Pazguatos.
La campaña la iniciaron los desperados. Pero ¿qué es lo que los salvadoreños estamos observando? Simple. La unidad granítica de ARENA, FMLN, VAMOS, Nuestro Tiempo, empresarios con eterna aspiración presidencial, organizaciones disfrazadas de «sociedad civil», de «defensoras de derechos humanos», periodistas-activistas políticos, entre otros, bombardeando con falsedades y desinformación no solo a los salvadoreños, sino a la comunidad internacional.
Los mismos de siempre ya mueven en el entorno a los grupos de choque –esos que siempre se prestan por unos dólares más— para buscar desestabilizar, crear percepción a su favor y tal vez lograr alguna silla legislativa; porque ni en sueños existe la posibilidad de que regresen a Casa Presidencial.
No se necesitan ni dos dedos de frente para entender por qué sus «estrategas» les dan el mismo guion, ese que elaboran en las mesas de conspiración. El fin es el mismo: intentar debilitar al presidente mejor posicionado en Latinoamérica y menguarle la gobernabilidad a toda costa.
Están haciendo de todo fuera y dentro del país. No les importa el escarnio, la falsedad y la sedición, o entregar miles de dólares mensuales a grupos acostumbrados a meter la mano para desestabilizar. Todo se sabe.
Pareciera que los «sapientes estrategas» tienen fácil la tarea: todos contra uno… Por eso, abrazan a todo aquel que se suma a la misión en contra del presidente Bukele. Solo que hay un pequeñísimo problema: más del 90 % de los salvadoreños aprueba su gestión y le da su total respaldo. ¿Creen que pueden mentirle al pueblo cómo lo hicieron por más de 40 años?
Sigan dándose palmadas en la espalda, solo son «aplausos de desperados».