Una pregunta con una fácil respuesta; sin embargo, tiene una connotación más allá de lo legal.
Así era la forma en que operaban los diputados para otorgar financiamiento de miles de dólares a las ONG de las cuales ellos tenían participación directa. Como una plática entre amigos, ¡un favorazo!, de los que únicamente puede haber en los pasillos legislativos.
El pasado viernes fuimos testigos de la desfachatez que ha existido en El Salvador, la sinvergüenzada de los pasados legisladores que buscaron beneficios propios legalizando una corrupción concurrente año con año.
El secreto a voces de los organismos sin fines de lucro, el negocio redondo de los mismos de siempre, con los que se dieron una vida de lujos, privilegios y comodidades que ahora pagarán enfrentando la justicia.
Mientras diputados que integran la comisión especial antifachada de la Asamblea Legislativa interrogaban a los primeros exfuncionarios, se consolidaba lo que hasta ese día era una sospecha: el mecanismo perverso para desviar los fondos que pertenecían al Estado.
Aunque intentaron legitimar el mecanismo de asignación de recursos utilizando de trampolín la Constitución de la república, en diferentes artículos, casualmente, la Carta Magna no detalla ni legitima el mecanismo corrupto por el que durante años se desviaron fondos del erario para favorecer a entidades vinculadas con exdiputados.
Otra artimaña que intentaron utilizar fue la Ley Orgánica de Administración Financiera (SAFI), pero esta no contiene una normativa o marco legal para legitimar la forma en la que la Asamblea Legislativa asignó $279 millones a estas entidades.
Por años, los diputados de la vieja Asamblea Legislativa promovieron, negociaron y aprobaron fondos para sus ONG de fachada. Hasta el momento, Fundasan y Las Mélidas, ambas organizaciones «sin fines» de lucro, obtuvieron casi un millón de dólares para desarrollar «proyectos» que no llegaron a ser en beneficio de los salvadoreños, sino únicamente para los amigos y familiares de los diputados.
Por una parte financiaban campañas políticas de izquierda y de derecha, y por otra solo eran para lujos, privilegios y excentricidades de los mismos diputados, un negocio redondo que fue rentable hasta la llegada de la bancada cian.
Lo más irónico es que, a pesar de haber descubierto el mecanismo perverso de los mismos de siempre, se atrevieron a negarlo aun teniendo a la mano documentos reales de sus pactos y negociaciones.
Los diputados se distribuyeron durante años entre 360 organizaciones no gubernamentales, fundaciones y asociaciones sin fines de lucro más de $273 millones del presupuesto general.
¿Será que Las Mélidas y Fundasan tendrán la dignidad de devolver a los salvadoreños el millón de dólares que disfrutaron?