En la cadena nacional del pasado domingo, el presidente Nayib Bukele anunció la apertura del diálogo y la búsqueda de consensos con los verdaderos representantes de la sociedad civil, la academia y la empresa privada. Esto significa dos cosas: en primer lugar, que los interlocutores del Ejecutivo no serán los representantes de los partidos políticos que por años usufructuaron la cosa pública, porque dejaron de ser relevantes en la toma de decisiones al quedar relegados en la Asamblea Legislativa; y, en segundo lugar, que la vocería de la ciudadanía no residirá en tanques de pensamiento, ONG y gremiales que únicamente se dedicaron a reproducir y validar el discurso de los institutos políticos que fueron apartados del poder por el voto popular.
Los salvadoreños esperan que los nuevos diputados ignoren los mandatos que salgan de los despachos de los grandes empresarios o que se «inspiren» en comunicados grandilocuentes de los tanques de pensamiento. Los legisladores que representan estos intereses son una minoría en la próxima Asamblea.
Nuevas Ideas y GANA suman 61 diputados en el nuevo Órgano Legislativo, cinco votos más que los requeridos para la mayoría calificada. Ambos partidos recibieron el mandato de respaldar los programas del Ejecutivo por más de 1,900,000 ciudadanos. Esto es medio millón de votos más que los que recibió Bukele para convertirse en el presidente que rompió el bipartidismo y pasó la página de la posguerra.
Fue un veredicto lo suficientemente claro como para entender que hay un cambio de época en El Salvador. Los únicos que no aceptan los resultados ahora hablan de que hay un atentado contra la democracia porque «el pueblo se equivocó al concentrar tanto poder». En el sistema democrático, el voto de los ciudadanos se respeta, y los que no están de acuerdo con perder sus influencias y sus privilegios deben reconocer que los votantes rechazaron a sus delegados.
Los resultados son validados por un TSE que siempre se cargó del lado de los partidos tradicionales y que, incluso, el día de las elecciones «extravió» las credenciales de los representantes de Nuevas Ideas en las juntas receptoras de votos.
Ahora, esta Asamblea Legislativa renovada iniciará las transformaciones necesarias para continuar con el camino hacia el desarrollo trazado por el Gobierno, y elegirá a funcionarios de segundo grado que sí representen a los ciudadanos y respondan a los intereses de las mayorías, no de las pequeñas cúpulas.
Es así como se entablará el diálogo desde el Poder Legislativo hacia los ciudadanos sin cúpulas corruptas como intermediarias.