Recientemente, en una conversación con un líder de nuestra iglesia, con palabras más o palabras menos, él me decía: «El problema en la empresa que trabajo es que cada uno de los que deberían ser líderes piensan más en ser jefes que en ser líderes». Sus palabras me hicieron recordar la conversación del Señor Jesús con sus discípulos en el evangelio de Mateo 20:25-28, cuando después de llamarlos aparte les dijo: «Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos».
Uno de los grandes problemas en el liderazgo, según los estándares y los valores de este mundo, es que está enfocado en la posición de autoridad y, por tanto, en ejercer dominio y control sobre la gente, lo cual llega a requerir el uso de la fuerza, la manipulación, la intimidación o hasta la fuerza bruta, como cuando se instrumentalizan los cuerpos de seguridad en las dictaduras o cuando se manipula el mismo sistema de justicia de los países para presionar en función de intereses propios o grupos de poder. Esto no es nada raro ni de extrañarse en las naciones del mundo, se extiende incluso a las empresas y es normal en el liderazgo de casi cualquier organización. El líder, por no decir el jefe, es aquel que es capaz de intimidar más o ejercer el mayor dominio posible, instrumentalizando lo que tenga bajo su alcance o poder.
Lo verdaderamente revolucionario, contracultural e impactante en las palabras de Jesús es cuando somos capaces de desarrollar un liderazgo de servicio, lo cual es posible solamente cuando hay un cambio de corazón y de actitud en el líder. Jesús estaba preparando a sus discípulos para que pudieran ejercer un liderazgo diferente, de acuerdo con el reino de Dios, no centrado en la personalidad del líder, sino en la misma gente a quien debía servir.
El líder siervo es aquel que, a semejanza de Jesús, vive sirviendo y no para ser servido, es aquel que no está para aprovecharse y sacar el mayor beneficio de sus subalternos, sino que está para servir y buscar el mayor beneficio de quienes dirige. Este líder siervo a imagen de Jesús está entonces dispuesto al esfuerzo y sacrificio, aun en detrimento de sus propios intereses y de su misma vida.
¿Dónde podemos encontrar a líderes así? ¿Dónde los producimos? ¿En qué escuela o universidad los preparamos?
Solamente aquellos que han estado con Jesús, que han caminado con él y que han sido expuestos a sus palabras pueden ser transformados de un líder déspota, abusador, que aprovecha su posición y autoridad a un líder siervo, abnegado y sacrificado por su gente.
Cuántos de ustedes están dispuestos a seguir a Jesús y a caminar con él para que puedan convertirse en estos líderes siervos que nuestro país necesita, que nuestras iglesias necesitan, que nuestras empresas necesitan, que los hogares necesitan, que, en realidad, todos necesitamos para crecer y desarrollarnos.