Como feliz coincidencia, durante la celebración del 180 aniversario de la fundación de la Universidad de El Salvador (UES) —febrero de 1841—, la noticia de la fundación de sedes universitarias en Chalatenango y Morazán llenó de esperanza a padres de familia y estudiantes de la zona norte del país.
El proyecto será coordinado por la UES y el Ministerio de Educación, según un memorando de entendimiento firmado el pasado 16 de febrero por el rector Roger Arias; la ministra de Educación, Carla Hananía de Varela; el comisionado presidencial Cristian Flores, y la ministra de Desarrollo Local, María Navarrete.
El regocijo no es para menos. Quienes un día, en la década de 1940, emigramos desde los más alejados pueblos del norte de Morazán —en mi caso desde villa El Rosario— para terminar la primaria en otra ciudad, en nuestros pueblos apenas había tercer o cuarto grado, vivimos lo difícil de los largos viajes en mula o a pie a la cabecera departamental o hasta San Miguel. Después, el traslado a la capital para ingresar a la UES en medio de privaciones personales y de grandes sacrificios de nuestros padres.
Eran tiempos de total abandono de los gobernantes de turno; tanto que, a mediados del pasado siglo, fue frecuente escuchar que al departamento de Morazán se le calificaba, despectivamente, como la Siberia de El Salvador en comparación con las heladas e inhóspitas estepas rusas; y todo por obra y gracia del menosprecio de los gobernantes. Maestros, militares y hasta sacerdotes de otras zonas del país se consideraban castigados cuando, por faltas graves o leves, eran trasladados a Morazán.
La población, honesta y laboriosa, rechazaba este calificativo por injusto y ofensivo; y se propuso luchar, se propuso emerger. Hoy, los pueblos de la zona norte de Morazán son dueños de un potencial creador y de un entorno maravilloso. Rumor de paisajes agrestes, correntadas de luna serpenteando en las aguas de los ríos Torola, Sapo y Araute, olor a brisa nostálgica desprendida de los pinares fronterizos en leve contacto con el cielo.
Así, igual que Morazán, Chalatenango también resurge. Ambos departamentos norteños del país antes abandonados por malos administradores de la cosa pública, como celosos guardianes fronterizos, desde hace tiempo vienen haciendo realidad un futuro de esperanza y superación. Ambos, en buena hora, pronto verán colmadas las aspiraciones universitarias de sus hijos. Ambos harán historia mediante un nuevo modelo cultural-educativo.
Con la creación de las sedes universitarias en Morazán y Chalatenango, las oportunidades de crecimiento integral de aquellos departamentos irán en aumento, toda vez que la UES y el Gobierno Central cuenten, sin reservas, con la colaboración y el respaldo crecientes de la población y, desde luego, con el impulso de las invariables aspiraciones de la juventud morazánica y chalateca.
Bien por Morazán y Chalatenango; bien, por su población honrada y laboriosa; y más, por la juventud, porque con su actitud responsable y estudiosa borrarán los frustrantes malos recuerdos de aquellas generaciones que, durante décadas, fueron víctimas del abandono, el menosprecio y la exclusión educativa.