Respecto al dinero, el filósofo y escritor Henry David Thoreau expresa lo siguiente: «El hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir». Esta frase es sin duda de profundo regalo óntico, ya que el dinero nunca es un problema mientras se comprenda su naturaleza de medio y no de fin, ya que si pasa a convertirse en fin, entonces es más que un inconveniente, se vuelve una perversión.
¿Por qué una perversión? Puesto que si el dinero se mantiene donde debe estar, es decir, como un medio de canje para la comodidad, su naturaleza está intacta; pero si este entra a la mente y al corazón (uso de analogía por supuesto), entonces desvirtúa su ambiente y se convierte en el peor enemigo de la persona, aun cuando se muestra como su mayor logro o su mejor opción para la vida feliz.
Empero, la realidad es que se necesita el dinero, pues fue construido por el ser humano bajo la tarea de ser el canje perfecto para satisfacer sus necesidades; claro, poco a poco se fue desvirtuando por la tentación de más y de la acumulación muy propias de grandes sectores de la humanidad, hasta el punto de que toda la historia muestra dolor, muerte y denigración por causa de la desnaturalización de su posesión y uso.
Así pues, como diría el célebre pensador renacentista Voltaire: «Cuando se trata de dinero todos somos de la misma religión». ¿Será cierto eso? Sí y no, puesto que a todos agrada, pero no a todos les satisface de la misma forma. La mayoría sabe su naturaleza y compagina con su uso mesurado, pero, claro, hay sectores que se dejan embelesar de tal manera por su brillo que terminan siendo esclavos y guerreros de él.
Asimismo, es necesario comprender que la acumulación solo trae estrés mental por no perderlo y la vida pasa a segundo plano. Por la misma razón, se debe entender que lo que se compra no es en realidad en su fondo con dinero, sino con el tiempo que se tardó en adquirir ese dinero, lo que implica que no puede recuperarse, el dinero sí, pero el tiempo empleado para ello no y al llegar la vejez está rodeado de peculio, pero no de satisfacción honesta.
Por tanto, hay que liberarse de las ataduras de la esclavitud, venga de donde venga, o la promueva quien la promueva. Ya que uno puede ser esclavo de otro o de sí mismo, lo cual es más común de lo que parece esta segunda categoría. Vale más comprender el uso idóneo del dinero que la prostitución que termina teniendo el ser humano por placer al mismo; prostitución, que valga aclarar, es más moderna, pero es la misma.
De tal manera que, lo que vale no tiene precio y si tiene precio no posee valor, aunque fascine. Se debe atender a este análisis óntico que ahora se hace si se quiere realmente vivir a plenitud y libre de las posesiones que poseen; solo así la persona es capaz de vivir bien con aquello que es importante para lograr lo que vale y no al revés. No se debe ni se puede normalizar la violencia, la injusticia, la denigración y el maltrato por la búsqueda y retención de algo que no es valor, sino medio necesario.
De tal modo, apreciable y querido lector, viva logrando alcanzar ese medio que empuja hacia los fines, pero no haga del medio un fin, pues entonces al final estaría dejándose seducir por el demonio como si fuera una caricia divina y seguramente así lo puede sentir usted, pero todo a su alrededor tendrá claridad de lo perdido que está y su amor enfermizo por aquello que sirve, pero no aprovecha como tal.
¡Ame su vida, no al dinero, pero use el dinero como medio para amar la vida!