En cuatro años, la administración del Presidente Nayib Bukele ha demostrado ser un gobierno de acción y convertir imposibles en realidades: se la jugó y se anotó un golazo al dejar fuera de juego a la delincuencia, y ahora «amenaza dulcemente» con poner a El Salvador en el firmamento y ser epicentro del deporte regional en unos Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe que desde ya tienen un toque histórico.
Después de la catastrófica pandemia de COVID-19, que dejó millones de muertes y millonarias pérdidas, la XXIV edición de los juegos regionales anduvo errante y sin futuro claro hasta que apareció «valientemente» El Salvador para darle albergue en iniciar carrera contra el reloj.
El Salvador, liderado en los deportes por Yamil Bukele, abrazó «una papa caliente» al hacerse cargo de organizar, con poco más de año y medio, una justa deportiva que originalmente requiere de seis para cumplir con el compromiso.
Ahora, con poco más de 20 días para que el pebetero se encienda y si se ilumine el cielo capitalino con la pirotecnia inaugural, los principales escenarios de acción: el estadio Jorge Mágico González, El Polvorín, Gimnasio Adolfo Pineda y la Villa en el campus de la UES se alistan para lucir las mejores galas y recibir a la crema y nata del deporte de Centroamérica y el Caribe.
Se estima la participación de al menos 4, 500 atletas internacionales y más de 500 salvadoreños quienes competirán por el oro, plata y bronce convertido en medallas.
El Salvador que organiza este evento por tercera vez (1935 y 2002) verá sobre escenario 32 deportes y 45 disciplinas deportivas, mientras que en la subsede que será en Santo Domingo, República Dominicana, albergará seis deportes y nueve disciplinas.
«Sin duda alguna estos van a ser los mejores juegos de la historia», ha prometido Yamil Bukele, sobre la justa a celebrarse del 23 de junio al 8 de julio.