Desde hace seis años conozco a Ernesto Castro. Hemos tenido una serie de conversaciones sobre su visión del mundo, en ese sentido existen diversas razones por las cuales no solo coincido con él, además considero que tiene el perfil adecuado para convertirse en el próximo presidente de la Asamblea Legislativa.
Algunas interrogantes discutidas, como qué significa la política en el siglo XXI, cuáles son los temas globales que deben incorporarse en la agenda nacional, cómo inciden los problemas estructurales de país en el bienestar humano y cómo paliar los efectos e impactos negativos que estos ejercen sobre el individuo, la familia y la sociedad, y principalmente cuál es la visión estratégica del nuevo gobierno y la suya en particular, en ese sentido coincido con lo siguiente:
Su visión sobre la nueva gestión pública, donde se deben construir y fortalecer instituciones que garanticen respeto del Estado de derecho, progreso económico sustentable, desarrollo humano sostenible, seguridad jurídica y cultura de paz.
Su apuesta por un nuevo modelo de educación, que responda a las tendencias mundiales de la academia, el sector productivo y la investigación científica, estableciendo una dinámica de integración interinstitucional e intersectorial, que plantee los lineamientos hacia la construcción de una política pública que permita prospectar la educación, y determinar qué queremos y dónde queremos estar en 20 o 30 años.
Por su comprensión de la realidad y empatía con los sectores más vulnerables del país, Ernesto es una persona que ha roto con el paradigma tradicional de cómo el Estado debe abordar problemas como la pobreza, tiene claro que, garantizando condiciones de salud integral, espacio público incluyente, seguridad pública, espacios de integración social, acceso global a tecnologías de la información, programas sociales que garanticen el bienestar humano y una cultura de solidaridad, se puede romper el ciclo de pobreza y frustración social.
Por su apuesta estratégica en combatir los problemas estructurales, teniendo claro que son multicausales, generan diversos efectos negativos y, por lo tanto, se deben abordar desde una visión holística, equipos multidisciplinarios, planes integrales y presupuestos adecuados.
Por su compromiso por convertir la Asamblea Legislativa, que según sondeos de opinión pública es una de las instituciones con menos credibilidad frente a la población, en una institución de la que los salvadoreños nos sintamos orgullosos, que legisle con visión a largo plazo, que ponga en la palestra del debate político los temas de real interés para la población, visibilizando realidades históricamente ignoradas, eligiendo funcionarios por méritos y capacidades, fortaleciendo las alianzas internacionales y sobre todo fortaleciendo la institucionalidad democrática.
El perfil de Ernesto es el más adecuado para dirigir la próxima Asamblea Legislativa, además de los cinco puntos anteriores, por su sentido humano y solidario, porque no es indiferente ni pasaría jamás de largo el dolor ajeno. Es un líder comprometido con el país, con principios y valores que se requieren para esta nueva realidad. A 200 años de independencia, tendremos sin duda al presidente idóneo en el primer órgano del Estado, para seguir haciendo historia y construyendo un mejor futuro para El Salvador.