ARENA y el FMLN han coordinado esfuerzos desde mucho antes que cualquiera se lo imaginara. Con los falsos acuerdos de paz, por ejemplo, decidieron repartirse prebendas, proyectos y hasta la legalidad misma del Frente como partido a cambio de crear un sistema bipartidista en el que uno se volvía necesario para impulsar la carrera del otro.
Desde sus inicios como partido inserto en el sistema político que ya ARENA con sus satélites tenía aceitado y en funcionamiento, el FMLN recibió medios de comunicación (una radio por cada una de las organizaciones que formaron la guerrilla), porcentajes en la creación de los nuevos cuerpos de seguridad, instituciones públicas, tierras para sus combatientes (que nunca llegaron a ser distribuidas), fondos internacionales y becas.
A cambio, ARENA recibió a su «némesis», el adversario perfecto para movilizar a sus bases y encender el motor de la polarización que mantuvo en movimiento el sistema político. Pero en 2019 Nayib Bukele rompió el bipartidismo y exhibió la complicidad entre ARENA y el FMLN.
En la Asamblea Legislativa, por ejemplo, acordaron un reparto de plazas y presupuestos. Cuando el supuesto partido de izquierda sustituyó a ARENA en la presidencia del parlamento no hubo ni un solo cambio. Igual que cuando ganó la presidencia de la república. El FMLN llegó a administrar, no a cambiar, y mucho menos a servir al pueblo salvadoreño.
Con el presidente Bukele al frente del Ejecutivo, ARENA y el FMLN se desenmascararon: trabajaron juntos para boicotear los planes de Gobierno, llamaron a los ministros para someterlos a larguísimos interrogatorios e hicieron que sus jueces dictaran fallos contrarios al bienestar de la población.
Esa actuación coordinada entre los partidos que supuestamente eran adversarios y antagónicos se ha venido a demostrar con múltiples decisiones políticas, con el apoyo mutuo de sus iniciativas y planes. Incluso en redes sociales han actuado de forma tan complementaria que, cuando uno hacía algo, el otro salía a aplaudir.
Que ahora se haga público que ARENA, el FMLN y sus partidos satélites presentarán un candidato único no asombra a nadie. No importa que sea una coalición (el escenario menos posible, para guardar las apariencias), una alianza o que un micropartido cambie su bandera y nombre de cara a las elecciones. Lo cierto es que la oposición presentará una sola apuesta para tratar de reunir a todas las migajas. Aun así, no serán suficientes y enfrentarán el veredicto del pueblo salvadoreño. Ya fueron relegados a la irrelevancia en la nueva Asamblea Legislativa. Lo que sigue es su desaparición.