La vida es un verdadero enigma. Cuando se cree que ya nada puede sorprender, es todo lo contrario: siempre hay más.
Así fue como, por mi natural impulso de conocer lugares y escudriñar con detenimiento esculturas de todo tipo, me topé de frente con un santo chino, el primero que conozco en mi vida.
No puedo negar que la enorme trenza de cabello que va desde atrás de la cabeza del santo hasta más allá de su cintura fue lo primero que llamó mi atención. Al observarlo con detenimiento, vi que pendía de una cruz y más allá de la típica aureola resplandeciente tenía una corona de espinas. «¡Qué curioso!», pensé.
Fue tan evidente mi asombro por esa peculiar escultura que una monja intervino para sacarme de mi estado pensante. «Es un santo chino», dijo.
El pequeño relato con el que continuó la religiosa de verdad me dejó absorto: «Él murió en la cruz, fue traicionado por uno de sus discípulos».
De inmediato, recordé toda la historia entretejida alrededor de la figura de Jesús durante la Semana Santa, sobre todo los últimos días de su vida en la Tierra, luego de ser entregado por uno de sus apóstoles, tras lo cual fue flagelado y coronado con espinas para exhalar su último aliento en una cruz del Gólgota.
No pude contener las palabras «su historia me recuerda otra». La monja asintió al decirme: «¿Verdad que sí? Se llama Juan Gabriel». Y se alejó para ocuparse de sus cosas.
Resulta que es Juan Gabriel Perboyre, un santo martirizado en Wuhan, la ciudad china que fue epicentro de la pandemia.
Según el relato de un periódico español en internet, publicado en 2020, «este religioso fue traicionado por uno de sus discípulos por dinero, encadenado, torturado, atado a una cruz de madera y estrangulado hasta la muerte en Wuhan en 1840. Fue canonizado el 2 de junio de 1996 por el papa Juan Pablo II y su imagen se ha hecho símbolo en la batalla frente a la COVID-19».
Otra búsqueda en internet remite a un sitio religioso con abundante información sobre la vida del misionero Juan Gabriel y el momento en que estalló la persecución de los católicos en China bajo las órdenes del emperador Dàoguāng (1820-1850).
«El padre fue capturado el 26 de septiembre de 1839 y, llevado al primer interrogatorio, sufrió crueles torturas. Durante el tiempo que pasó encarcelado, que se prolongó ocho largos meses […] Al mediodía del 11 de septiembre de 1840, (llegó) la ratificación del emperador: el padre Juan Gabriel fue condenado y crucificado como Jesús».
En el artículo del periódico español se comenta que son escasas las esculturas del santo chino, pero en El Salvador hay. La que vi (y fotografié) mide unos 60 centímetros de altura, parece de una sola pieza y el tallado es magnífico. Además del curioso pelo trenzado, en la figura destacan los lazos simulados que sujetan al santo en cada brazo de la cruz y el quimono morado que viste. ¿Cómo llegó acá? No sé.