La historia de la humanidad está llena realidades engañosas e ilusorias. Muchas de ellas creadas por timadores que venden artificios como grandes verdades que han hecho caer a poderosos y hasta imperios.
Está demostrado que los espejos son tremendamente engañosos, porque crean la sensación de que se está mirando el mundo real, pero que al final solo se está contemplando un trozo de cristal, que no puede mostrar el mundo exactamente como es. Por el contrario, no hay que ser sabios para entender que todo en un espejo está invertido, como en el libro de Lewis Carroll, en el que Alicia pasa a través del espejo y entra en un mundo al revés.
En la vida salvadoreña, «Guasones» ambiciosos, sin escrúpulos y expertos en crear caos, disfrazados de asesores u operadores políticos, se han enriquecido de la venta de sus espejos a personajes y poderosos que creyeron en sus adulaciones y que, al final, los llevaron a la desgracia y al escarnio. Tarde se dieron cuenta del vil engaño.
Otros payasos mercadean sus «investigaciones» o informes sesgados como realidad de un país.
Hay que saber que la técnica de los espejos para hacer realidad ambiciones desproporcionadas es el arma de los trapaceros, quienes imitan estratégicamente el mundo real para engañar, se mueven como personas leales y comprometidas con las empresas de sus superiores, acusan a otros de lo que ellos practican. Usan el uniforme apropiado, el acento perfecto y los accesorios adecuados para que sus oropeles no sean descubiertos, pero que, cual Medusas, tarde o temprano se ven reflejadas en el escudo de Perseo.
Muchos de estos timadores que se sienten protegidos ya se mueven sin sigilo, pues apelan a que la gente tiene un profundo deseo y una enorme necesidad de creer, y su primer instinto es confiar en una fachada bien construida, tomándola erróneamente como real. Sin temor a equivocarme, fácilmente harán tropezar a los más ingenuos políticos.
Los comités de palmadas en la espalda, de esos que se jactan de hablar al oído, son como las risas grabadas en la serie cómica del Chavo del Ocho.
En la historia reciente, areneros y efemelenistas son ejemplo de zombis crédulos víctimas de los sátrapas, pues entraron al laberinto de espejos y fueron incapaces de distinguir lo real de la imitación.
Todos los que aspiran al poder político, por mínimo que sea, deben entender que es peligroso que falsas esperanzas ocupen sus mentes, ya que tarde o temprano terminarán sacrificando un bien seguro por una mejoría insegura.
En este corrido electoral que ha iniciado no tengo la menor duda de que los fabricantes de cristales ya se instalaron el área de los aspirantes políticos, creándoles la ficción y la necesidad de sus servicios. El endoso de apoyo de estos personajes es una firma en el acta de defunción respaldada por las mismas plumas de cortesanos.
No hay tiempo que perder. Es el momento de ser detectives de tiempos justos para golpear con fiereza y tomar las tendencias que conducen al poder, sin contaminarse de equivocaciones. Hay que reconocer a los fabricantes y vendedores de espejos, lobos trapaceros vestidos con piel de oveja.
Se debe evitar a toda costa ser como algunos que se pelean u ofenden a las personas equivocadas, solo por mirar con los ojos color mostaza y anteponer sus intereses verdes. Las lamentaciones no sirven de nada.
Claro está que nunca se puede estar seguro de con quién se está tratando, pero algo es cierto: olvidamos muchas cosas en la vida, pero rara vez un insulto o ignominias.
En esta carrera de la vida hay que aprender a ser como el roble que se dobla ante la furia del viento, pues vive más tiempo, su tronco se hace más grueso, sus raíces más profundas y tenaces y, al final, sobrevive y se hace más fuerte.