Las elecciones del 28 de febrero crearon una nueva realidad en El Salvador no solo por convertir a Nuevas Ideas en la primera fuerza nacional, sino debido a la contundencia del voto masivo recibido para revolucionar el sistema político. Con una bancada de al menos 56 diputados, el partido cian ha recibido la autorización de los ciudadanos para tomar las mejores decisiones para el país sin necesidad de ceder a los requerimientos de otros institutos políticos.
Normalmente, en la Asamblea Legislativa se da una negociación entre los diputados para aprobar leyes o reformas o para elegir a funcionarios de segundo grado. Lo que ha sucedido en los últimos meses es que los diputados salientes se dedicaban a torpedear cualquier iniciativa del Ejecutivo, así fuera la gestión de préstamos internacionales para reforzar el Plan Control Territorial —que ha convertido a El Salvador en un país con mejores índices de seguridad y ha reducido los crímenes violentos de manera drástica— o incluso créditos para atender la emergencia de la COVID-19. Sin embargo, a pesar de que había una pandemia, los diputados dejaron al Gobierno sin esos fondos y trataron de bloquear los planes para reducir la letalidad de la enfermedad, en un afán por dañar al Ejecutivo de cara a las elecciones.
Con el pretexto de la fiscalización de un órgano de Estado a otro, la oposición pretendía mejorar sus perspectivas electorales, pero solo terminó convenciendo al pueblo de la urgencia de renovar la Asamblea Legislativa. Esta percepción no solo se daba dentro del país, sino que trascendía al plano internacional. El permanente conflicto que mantenía la Asamblea Legislativa contra el Gobierno erosionó la imagen del país en el concierto de las naciones y propició la devaluación de la calificación de riesgo de la nación. Tan mala imagen proyectaba la oposición que ahora que se conoce su derrota los bonos de El Salvador han recuperado la confianza en los mercados internacionales.
La inédita mayoría calificada otorgada por el voto popular a Nuevas Ideas lleva tranquilidad a los inversionistas porque conjura de una vez por todas la maldición de la confrontación política entre dos órganos de Estado y da plenas garantías de que en los próximos tres años habrá un trabajo coordinado para enrumbar al país en el camino del desarrollo. Todas las trabas políticas quedarán en el pasado. La nueva historia se ha empezado a escribir.
Sin duda, los partidos que perdieron el poder tratarán de usar lo último que les queda para tratar de llevarse algo una vez que dejen los cargos. El pueblo estará pendiente y vigilante y sabrá reconocer si hay verdadero interés por rectificar o si solo harán un último esfuerzo por aprovechar sus actuales privilegios.