Las recurrentes experiencias dolorosas que se pudieran enfrentar a lo largo de la vida podrían hacer que se pierda un buen grado de sensibilidad ante el sufrimiento humano. Y si además esas experiencias dolorosas ocurren en períodos muy cortos, bien pudiera ser que, además de volverse insensibles, las personas pierdan la habilidad para la empatía.
Los eventos históricos como las guerras o los desastres naturales que suceden con demasiada proximidad uno del otro van haciendo que las personas se vuelvan duras. Y se llega a ver como un defecto la sensibilidad ante el dolor ajeno, cuando es todo lo contrario: no es un defecto, es una virtud.
Estoy profundamente convencido de que, si fuéramos más sensibles y empáticos ante el dolor, el sufrimiento o las desventajas de vida del prójimo, este mundo sería diferente. Con seguridad sería un mejor lugar para vivir.
No se puede negar que hoy toca vivir un momento histórico doloroso, difícil, donde parece que el egoísmo predomina sobre el altruismo. Y pareciera que mientras menos sensible y empático se es, mejor va a ir en la vida.
¿Qué se puede hacer para poner a salvo la sensibilidad emocional? ¿Qué se puede hacer para que no se pierda la capacidad para la empatía? ¿Cómo lograr que los niños no pierdan estas habilidades y que los adultos las recobren, si es que las han perdido? El camino más efectivo para este objetivo es el ARTE, y lo quiero escribir con mayúsculas por el respeto que tengo a todas las manifestaciones artísticas.
Las personas que están en contacto con las ARTES, en cualquiera de sus manifestaciones, mantienen su sensibilidad humana con mucha fortaleza, además de que la empatía también se fortalece. Y no se trata de que todos sean artistas, de ninguna manera. Se trata de que permitamos el placer de estar frente a las diferentes manifestaciones del ARTE.
Hay que permitir el delicioso placer de sentirnos conmovidos al leer un poema o dejarnos cautivar por las diferentes tramas de la vida humana al leer una novela. Lo mismo vale para la experiencia frente a las actuaciones escénicas (teatro y danza) y para lo que se vive en una galería de ARTE donde la pintura y la escultura están en exposición. ¿Y qué decir de la experiencia que nos proporciona escuchar una banda de jazz o una orquesta sinfónica? La música tiene el poder de activar no solo las emociones; también hace que el cuerpo entre en movimiento. Con las manos, la cabeza o los pies se lleva el ritmo de lo que se escucha y en ocasiones es inevitable sentir el deseo de ponerse a bailar.
En las novelas, como en el teatro, el espectador, al identificarse con los personajes descritos o representados, permite que la empatía se mantenga de manera activa y las emociones cobran vida. Bajo esas circunstancias, el ser humano, el espectador, se siente más vivo que nunca. Y entonces se da cuenta de que el otro importa, de que el otro ser humano también siente y sueña y ocupa un papel importante en la vida y de esta manera se fortalece la tolerancia y el respeto.
¿Queremos mejorar la sensibilidad humana y la empatía? Consumamos ARTE desde los primeros años de nuestra vida. El ARTE y los artistas pueden hacer que la historia sea diferente.