Un estado de excepción es una situación extraordinaria en cuanto a sus implicaciones jurídicas, pero no debemos perder de vista que se trata de una respuesta específica ante un problema muy grave, que históricamente se dejó avanzar en las administraciones anteriores, hasta llegar a proporciones de desestabilización para el país en general.
Desde el inicio de esta administración, la respuesta al accionar de las pandillas ha sido contundente con la implementación del exitoso Plan Control Territorial. Recientemente, con decenas de miles de capturas —llegando a más de 20,000 detenciones hasta la fecha—, se les ha dado una sacudida certera a las estructuras criminales que han sido controladas y financiadas por ARENA y el FMLN.
Este logro, que culmina con una serie de estrategias que vienen desarrollándose por espacio de tres años, es de una magnitud tan grande que destaca por sí mismo en la historia reciente del país, contrastando con las décadas de inacción en materia de seguridad por parte de las extremas ideológicas, que gobernaron fomentando el crecimiento de las pandillas y permitiendo el debilitamiento de las fuerzas del orden.
GRANDES Y PROFUNDOS CAMBIOS
Como señala el encabezado de este artículo, El Salvador está viviendo grandes cambios que me parecen acertados para apreciar un panorama completo de resultados en favor de la población. Junto con esta gestión por la seguridad se están desarrollando otras muchas acciones que rompen con el enquistamiento y el atraso que los malos gobiernos areneros y rojos dejaron como herencia a nuestro país. Mientras cantones, barrios y colonias son «barridos» de miles de pandilleros, las calles del centro de la capital están siendo limpiadas de toneladas de basura y recuperadas de un caos histórico que, junto con un mal manejo del espacio público, atrofió diversos sectores, como el comercio, el transporte, la seguridad y, además, derechos como la libre circulación y los derechos de miles de negocios legalmente establecidos, tragándose al final de cuentas la tranquilidad y seguridad del centro capitalino.
Ahora, el centro de San Salvador está a punto de convertirse en un epicentro de cultura, comercio ordenado y atracción turística, como son las principales capitales en Latinoamérica y el mundo entero, dando continuidad a lo desarrollado por el presidente Nayib Bukele cuando fue alcalde.
Adicionalmente a estas acciones municipales tenemos otras gubernamentales que se encuentran en etapas de avance, como el Tren del Pacífico y el aeropuerto en la zona oriental, proyectos que ha impulsado el Gobierno desde su primer día de gestión y sobre los cuales hay que decir que se vieron afectados por el fenómeno mundial de la COVID-19, cuyo manejo, por cierto, ha sido reconocido como un ejemplo mundial.
Finalmente, y aunque no se trate ya de obras o gestiones, me parece oportuno hacer acopio de los altos niveles de aceptación del presidente Bukele revelados recientemente por una de las principales casas encuestadoras internacionales, lo que demuestra que la población aprecia y reconoce el valor de todas estas acciones mencionadas.
Sobre este aspecto es interesante señalar que este rumbo está siendo reconocido también en la región, pues algunos nuevos líderes de países vecinos reconocen sin tapujos los beneficios de esta dirección. Los logros gubernamentales señalados plantean una realidad nueva y diferente para el pueblo salvadoreño, confirmando que las cosas se pueden hacer en favor de la gente cuando hay voluntad de beneficiarla. En contraste, cuando se atacan las acciones que proveen bienestar y tranquilidad, existe solo una explicación: los intereses político-partidarios.
Las pandillas movieron sus tentáculos para que sus aliados políticos salieran a las calles ayer, 1.º de mayo, a defender su causa; sin embargo, el disfraz de discurso de protestas sindicales ya no cala en los trabajadores honestos. Los pocos que marcharon demostraron que solo siguen a políticos fracasados, vasos comunicantes de terroristas que están siendo disminuidos.
Hay satisfacción en los ciudadanos por lo hecho hasta hoy. El Gobierno del presidente Bukele ha actuado con eficacia y en apego a la Constitución. Los resultados son palpables, como esos grandes cambios con los cuales está transformando la historia y el futuro de nuestro país.