Los habitantes de los diferentes cantones y caseríos de Jucuarán, en Usulután, y de Chirilagua, San Miguel, se encuentran agradecidos por el proyecto que ejecuta el Gobierno del presidente Nayib Bukele con la construcción de la calle que conectará las playas El Espino y El Cuco.
El proyecto en la primera fase del circuito 2 de Surf City incluye la construcción de 13 kilómetros desde El Cuco hasta playa Punta Mango, una carretera que había sido soñada por los habitantes desde hace muchos años.
Johana Amaya, de 29 años, es una de las habitantes del caserío Agua Fría, en el cantón El Zapote, Jucuarán, zona por donde pasará la nueva carretera que construye la Dirección de Obras Municipales (DOM).
Hace casi un año, en vista de la magnitud del proyecto y de las oportunidades que este generaría en la comunidad, Johana junto con su esposo decidieron abrir un comedor y pupusería que permanece abierto en el día y parte de la noche, en el que ofrecen desayunos, almuerzos y cenas, además de pupusas.

«Tengo cinco años de vivir aquí y me dedicaba a vender pupusas de forma ocasional dos días a la semana. Cuando ya vimos en marcha el proyecto, nos animamos a poner nuestro puesto; el 30 de noviembre cumpliremos un año con el negocio», contó Johana.
También expresó que en los cinco años que lleva de vivir en la zona la mayor dificultad era intentar salir y entrar de la comunidad en la época de lluvia, ya que el transporte es muy escaso y la calle estaba en mal estado, tanto que los vehículos se quedaban atorados en el lodo.
«Nos va a beneficiar a todos, cuando la calle estaba fea, era difícil salir, más si queríamos trasladar a una persona enferma. También nos beneficiará en cuanto al turismo, tendremos la posibilidad de comercializar más», añadió Johana.
El proyecto incluye la construcción de puentes, dos miradores, aceras, ciclovías, estaciones para carga eléctrica de bicicletas y al menos 10 paradas de buses. También las reconstrucciones de dos centros escolares y una unidad de salud.
Lilian Fuentes, de 44 años, lleva toda su vida viviendo en el caserío Agua Fría y recordó que en su juventud la calle eran prácticamente quebradas y no había transporte, por lo que caminaba 13 kilómetros hasta El Cuco; mientras que sus hijos vivieron una situación parecida.
«A mí me daba lástima ver a mis hijos cuando iban a estudiar, ellos caminaban bajo el sol o se mojaban con la lluvia. Al mayor, que hoy tiene 25 años, recuerdo que se llevaba una calzoneta, se quitaba el pantalón y la camisa para no enlodarse. Gracias a Dios, las nuevas generaciones no vivirán esa situación»,
comentó Lilian.