Extorsiones, homicidios, lesiones con arma blanca, amenazas y mucho terror eran parte de lo que vivían diariamente los comerciantes por cuenta propia en la calle Rubén Darío, conocida por haber sido uno de los sectores más concurridos del Centro Histórico de San Salvador, pero también uno de los más
peligrosos.
Diferentes vendedores que fueron reubicados en el mercado Hula Hula aseguraron en entrevistas con «Diario El Salvador», bajo anonimato por su seguridad, que el reordenamiento que ha hecho la alcaldía capitalina, liderada por Mario Durán, ha significado un punto a su favor en el tema de la seguridad. Además, destacaron el hecho de que las acciones de la municipalidad estuvieran acompañadas del régimen de excepción, una medida que describieron como «lo que necesitaba El Salvador para salir adelante».
Líderes de comerciantes también confirmaron que las organizaciones de vendedores, muchas encabezadas o usadas por pandilleros, se redujeron de 70 a menos de 30 integrantes desde que se implementó el régimen de excepción.
PEDÍAN $40 SEMANALES EN EXTORSIÓN
«Antes de que empezara el régimen [de excepción] y el reordenamiento en la calle Rubén Darío, era horrible, ahí no se podía tener a los niños porque veían cosas, así nomás mataban a las personas y ahí quedaban tiradas. Andaban corriendo con sus pistolas, con sus armas. A veces puyaban a personas con arma blanca y nadie podía decir nada. Pero ahora con este régimen que estamos ya uno puede sacar a sus hijos libremente, sin ese miedo de que les vaya a pasar algo. Para mí lo que ha hecho el presidente [Nayib Bukele] está bien. Nosotros pagábamos $40 de renta semanal, y a veces, cuando no podíamos pagar la renta, querían obligarnos a hacer lo que ellos [pandilleros] hacían, y por eso a veces a personas les quitaban el negocio o la venta. Era un miedo horrible el que sentíamos. Con miedo nos teníamos que rebuscar a pagarlo porque, si no, nos querían obligar a que nosotros anduviéramos pidiendo la renta a otros vendedores; por eso preferíamos pagarles. Tengo un hijo y a él lo mantenía en el negocio en la calle, con mucho miedo. Cuando pasaban cosas lo que hacíamos era tirarnos al suelo y cubrirlo a él. Mi hijo quedó muy mal de los nervios por tantas cosas que vivimos, pero ahora con el régimen [de excepción] ya no siento miedo de que me lo vayan a arrebatar».
CON PANDILLEROS Y VIGILANTES ASESINOS
«Toda mi vida, desde que era niño, crecí en la calle vendiendo, y en la Rubén Darío estuve desde el 2000 hasta el día que nos quitaron. Esta calle era el trofeo de los delincuentes, ya que ahí no solamente ellos se favorecían de nosotros, sino que era una división de pandillas; por lo tanto, había conflictos, no había semana que no mataran a alguien, y era una zozobra. Mi hijo estaba en crecimiento y siempre vivía preocupado por él. Por eso no lo dejaba ni ir ni venir en bus solo. Cuando llegaba acá, siempre lo trataba de tener adentro del puesto, porque afuera era un peligro latente. Ahora ya lo dejo salir a jugar pelota con sus amigos. Antes en cualquier momento se oían los disparos y lo primero era resguardar a mi hijo y a mi esposa. Afuera no solo teníamos el problema de las pandillas, sino también el de los vigilantes asesinos. Cuando los pandilleros actuaban en contra de ellos, ellos también actuaban a diestra y siniestra. Aquí en el centro de San Salvador no solo había pandillas, sino también un grupo de seguridad que actuaba igual que las pandillas. El régimen ha servido para limpiar a la nación de los delincuentes».
EXIGÍAN $2 DIARIOS POR CADA MANIQUÍ
«Yo vine a los ocho años a trabajar a la calle Arce con mi mamá, luego ella murió y yo quedé en el negocio; desde entonces ya era difícil con las pandillas. Antes del régimen [de excepción] aquí era bien tremendo, no se podía ni caminar porque había mucho flujo de delincuencia, y no de la que llamamos robar, sino que querían mandar, imponer o decir, y ahora estamos realmente bien seguros con la nueva gestión que tenemos. Se decía de una mano dura, pero era mano de mentiras, porque nunca se vio que actuaran como el presidente actual. Amenazas viví muchas. Si recibía 10 al día era poquito, porque ellos [pandilleros] me mandaban a llamar para ofrecerme cuidar este sector, pero yo con mucho temor siempre les dije que no, que ya había seguridad en la zona, me amenazaban con mi hija, me decían que ya conocían dónde vivía ella, y así pasé mucho tiempo. Yo por cada maniquí tenía que pagar $2 diarios, aparte de los $10 por cada metro del espacio del negocio que yo tengo, que se pagaban semanalmente. Había puestos que estaban usurpados, es decir, que yo era la dueña, pero en realidad no era yo, sino que estaba pagando bajo de agua una mensualidad».
SOLO PODÍAN «VER, OÍR Y CALLAR»
«Siempre pagamos renta mensual, a nosotros nos cobraban $8, pero eso dependía de cómo era el negocio, dependiendo de si el lugar era grande, si lo tenía bien llenito, así es como ellos [pandilleros] veían cuánto nos cobraban. Lo que nosotros hacíamos era vender, apartar el dinero para nosotros y el de ellos, nunca dejamos de pagar la renta, y no era por mí, sino por mis hijos y mis nietos, porque los podía poner en peligro. Veíamos maltratos en la calle, hechos violentos y un montón de cosas, pero como había un dicho que tenían ellos: «Ver, oír y callar»; y uno, por evitar problemas, no podía ayudar ni siquiera al vecino. A mi hermano, que también vendía aquí en el centro, lo tuvieron amenazado por mucho tiempo, y cuando él estaba a punto de huir para Estados Unidos con su familia fue que entró el régimen y se calmó todo esto, entonces mi hermano decidió regresarse a su pueblo. Ahora estamos un 99 % más seguros. El régimen de excepción está funcionando bien, esperamos que esto siga. Yo tenía 30 años de no votar por ningún gobierno y hasta este gobierno yo voté esperando cosas mejores, y así fue».
ERA PAGAR LA RENTA O MORIRSE
«Nosotros antes vivíamos amenazados, vivíamos con aquello de que nos iban a hacer algo; no nos dejaban vender, y ahora me siento más segura. Ya nadie nos anda amenazando ni extorsionando. Antes tenía mi negocio en la Rubén Darío, y ahí un montón de gente andaba metida en cosas de pandillas; no todas, verdad, porque había muchas que huían de todo eso. Yo siempre he vendido artículos según el calendario del año, y pagábamos $24 de renta cada mes, y cuando no lo daba me amenazaban, me decían que me fuera, que no me querían volver a ver ahí porque como uno no les colaboraba en todo lo que querían. Yo solo le pedía a Dios que me guardara, porque, si no dábamos ese dinero, cuando ellos [pandilleros] pasaban nos podían matar. Nosotros nunca imaginamos que un presidente tan joven tuviera ese gran valor de enfrentarse con estos pandilleros. Creímos que se iba a desatar una guerra, pero el presidente supo pensar cómo llegarles a ellos. Yo siento que esto de las pandillas ya se terminó y es un gran alivio para nosotros los vendedores»
SI ALGO LES GUSTABA, SOLO LO AGARRABAN
«Nos sentimos agradecidos con la gestión del presidente Nayib Bukele en el sentido de que hemos estado vendiendo en ambiente de mucha tranquilidad. En diciembre pasado vino mucha gente a comprar, y ya no andamos escondiendo el dinero para que los muchachos no vean que vendimos. Ahorita nos sentimos súper bien. San Salvador resplandece a través de todas las medidas que se han tomado. Había cosas que no se podían decir pero que en carne propia hemos sufrido. Antes ellos [pandilleros] venían pasando y si veían un artículo que les gustaba, lo agarraban para ellos o para sus “jainas”, y
uno no podía decir que no porque nos mataban en el mismo momento. Fue bien triste para uno vivir esa situación. Una vez me vinieron a pedir $600 con pistolas en la mano. Se parquearon en motocicletas enfrente del negocio, entró uno [pandillero] en la parte de enfrente del negocio y otro por el lado trasero, y tuve que darlos, porque querían que les entregara el negocio. Desde ahí me dejaron una cuota de $200 al mes. Nos sentíamos amedrentados. Nosotros apoyamos lo que está haciendo el presidente con el régimen de excepción y decimos que, si mañana son las elecciones, él gana otra vez».