Aunque nació en San Marcos, la vida de Roberto Melara siempre ha estado ligada al Centro Histórico de San Salvador.
De niño y junto a su padre visitaba las ferreterías del corazón capitalino; con su madre recorría los mercados municipales para comprar frutas, verduras y todo lo necesario para la comida. Sus tíos eran vendedores ambulantes y otros familiares, de oficios varios, solían desplazarse por el centro y hablar de él.
De pequeño supo de los vendedores de sorbete, de minutas, de mecapaleros, de señoras que ofrecían panes con casamiento y curtido, acompañados de café (los que muchas veces comió al salir de la escuela); de niños y niñas en los puestos de venta, de perros en las calles.
«A nivel personal, yo me sentía muy cómodo; pero también me gustaba ver esa diversidad de colores, de formas, de personajes, dentro de la misma idiosincrasia del centro», comparte ahora Melara, con 47 años cumplidos.
Como estudiante universitario, en 1998, un joven Melara recibe una cátedra de Historia Centroamericana y debe viajar a Antigua Guatemala. Allá reflexiona y advierte que, aunque a menor escala, El Salvador tiene edificios coloniales, ciudades emblemáticas como Suchitoto y vuelve los ojos sobre todo al Centro Histórico de San Salvador, donde se combinan la arquitectura con estilos europeos, los personajes, las escenas urbanas.
«Yo dije “Nosotros también tenemos de esto. Lo que sucede es que no se le ha dado el cuidado, la importancia o relevancia que tiene, y de ahí comenzó el ejercicio, también, de aprender a dibujar al aire libre. Comenzó también el ensayo del dibujo arquitectónico y las escenas urbanas, los personajes que están ahí».
Fue justamente en 1998 cuando Melara hizo su primer dibujo del Centro Histórico y a partir del 2003 comenzó con los grabados.
A la fecha, tiene más de 200 creaciones sobre el corazón de San Salvador, su gente, sus costumbres, su sobrevivencia, su cotidianidad, así como edificios históricos que han marcado – y marcan – la vida de miles de capitalinos y transeúntes.
De toda su obra, 24 piezas fueron seleccionadas para la exposición «Impresa historia. Crónicas del centro de San Salvador», que se exhiben en el Centro Cultural de España, en San Salvador.
La curaduría
Antonio Romero fue el curador de la exposición de Melara. Reconoce que el artista tiene «Muchas estampas, momentos cotidianos, que ha vivido desde el año 98 a la fecha». De ahí que uno de los elementos básicos para la selección fue lo arquitectónico y la idea fue recrear el territorio real y tangible que ocupa el Centro Histórico.
«Estamos con un juego de espacio-tiempo y jugamos con elementos de proximidad, la Casa Munguía, La Dalia, las personas que están vendiendo en la plaza Libertad. Cuando vemos una exposición pensamos en fragmentos, pero no, aquí estamos viendo un territorio. La vida de mercado en San Salvador, las formas de relacionarse, el comercio, la cotidianidad, el conflicto, la sobrevivencia, que se reinventan, que siempre están con el juego de la cachada», dijo.
Dentro de ese territorio, entonces, todo tiene cabida, en especial los personajes: la vendedora ambulante, el sorbetero, el minutero, la vendedora de pan y café, el mecapalero; los puestos de venta en las aceras, los comercios de CD, de frutas, de comida preparada.
«Esta es una exposición de arte contemporáneo en pleno derecho y que es necesario hacerla huir del folclorismo, aunque la primera lectura es eso. Por eso insisto, la selección que se hizo fue pensando en el conflicto, en el espacio-tiempo, en generar la idea de territorio, con lo cual esta exposición nos habla de una realidad que estamos viviendo como país; pero también del conflicto, temporalmente, con la gentrificación que actualmente vive San Salvador», añade Romero.
La exposición «Impresa historia. Crónicas del centro de San Salvador» fue inaugurada el 15 de agosto y un día después, el artista (Roberto Melara) ofreció un recorrido guiado. La muestra estará disponible hasta el 26 de agosto.
Vida cambiante
25 años han pasado desde que Melara comenzó a retratar el Centro Histórico. Al preguntarle sobre cuánto tiempo más lo hará, responde convencido de que continuará hasta que la vida se lo permita.
Eso sí, reconoce que el panorama capitalino es cambiante y sus obras ya han comenzado a reflejar esas transformaciones.
«En broma le digo a la familia “hasta que la vida me permita seguir por acá voy a seguir investigando, viendo los nuevos referentes”. Mi última serie son bocetos de los bailarines del parque Libertad. Tengo identificados algunos personajes que son parte del ideario que se está viviendo en esta nueva faceta del Centro Histórico. En muchos de mis bocetos ya aparecen vendedores con productos chinos, aparece la figura del CAM. La gente ya no aparece en las bancas departiendo, ahora todos aparecen con sus teléfonos. Esto sigue mutando y lo voy a seguir retomando», dice Melara.
TONOS CÁLIDOS
Sepia, blanco y negro y tonos cálidos incluye Roberto Melara en su obra. Los amarillos, naranja, café y rojos los retoma de maestros como Camilo Minero y José Mejía Vides.
«La propuesta de él (Minero), en mi proceso de estudio, siempre me llamó la atención, no solo a nivel técnico sino conceptual. Por ejemplo, cuando él hablaba de que no podíamos estar alejados de la realidad y que éramos como referentes de la cotidianidad dentro de la cual nos desenvolvemos los que nos dedicamos al arte. Era darle continuidad, también, a ese legado del maestro José Mejía Vides, del trabajo que venía haciendo con los paisajes de Panchimalco». Sobre el tema, el curador Antonio Romero comparte que «El trabajo de Roberto es de carácter muy social que existe con (Camilo) Minero, (José) Mejía Vides, (Luis Alfredo) Cáceres Madrid y Salarrué, que pintan el momento histórico, el conflicto social y rescatan la memoria identitaria».
Primer formato grande. Este año, a iniciativa de un amigo, Melara incursiona en los formatos grandes del grabado. Talló en plywood de pino la fachada de la Basílica del Sagrado Corazón de 1.22 m x 2.44 m. en aproximadamente 90 horas (a lo largo de varios días). Debido a la grandeza del tallado no le quedó más opción que imprimir en tela porque no hay papel de ese tamaño. El resultado de la experimentación le agrada mucho: fue la primera vez en formato grande, la primera vez que talló en pino y la primera vez en imprimir en tela. No obstante, le representa un gran desafío al momento de comerciar su obra.