Jesús aparece en la historia cuando Tiberio era el emperador de Roma, Poncio Pilatos el representante romano en Judea, y Herodes Antipas, el rey judío, títere de Roma, informante de Tiberio sobre la gestión de Pilatos. Judea era importante para Roma porque funcionaba como una especie de frontera con los Partos (persas), poderosos enemigos de Roma.
Fueron las clases gobernantes judías las que pidieron a Roma que aceptaran a Judea como un territorio bajo control romano, y Roma, sabiendo muy bien que estos reyes judíos carecían de prestigio y autoridad ante las masas judías, que sabían que estaba próxima la llegada de un enviado de Dios que las liberaría del control de Roma. Por eso, esta sociedad funcionaba de manera inestable y las oligarquías gobernantes locales, al funcionar como simples instrumentos del poder romano, carecían de toda autoridad y control frente a las masas populares que esperaban ansiosamente a un líder que las condujera en la lucha contra el odiado poder romano.
Es en este escenario de rebelión en el que Herodes ejecuta a Juan El Bautista, quien anunciaba en el río Jordán nuevos tiempos y denunciaba la corrupción de Herodes. Jesús aparece como continuador del mensaje y la lucha del Bautista. No es casual haber sido bautizado por este luchador ante las masas en el mismo río Jordán, lo que significó ante el pueblo la continuidad de la pelea de Juan en la persona de Jesús.
El momento histórico estaba preparado por los hechos populares y el pueblo judío se enfrentaba a dos enemigos: el local, expresado en los oligarcas del Sanedrín, y el poder extranjero dominante, expresado en el procurador romano Poncio Pilatos. El Sanedrín era el consejo de religiosos que constituía una especie de oligarquía de grandes propietarios, intelectuales y jefes religiosos. Ahí estaban los hombres de la ley de Dios, que eran, al mismo tiempo, los aliados políticos de los romanos dominantes. Poncio Pilatos representaba a Roma en esta provincia de Judea, un personaje débil que debía su cargo al general Sejano, muy cercano a Tiberio, y que ejercía una relación inestable con los diferentes poderes judíos, quienes coincidían con Roma en la necesidad de evitar un levantamiento del pueblo contra Roma, ya que todos los privilegios y ventajas de los que gozaban dependían de su alianza con los romanos contra el pueblo judío.
Pilatos, que conocía esta realidad y sabía que Tiberio tenía información no oficial sobre su desempeño, buscaba a toda costa mantener una buena relación con los poderes oligárquicos locales, como el Sanedrín y el rey Herodes Antipas.
En estas circunstancias aparecen los Zelotes, un movimiento armado que se oponía al dominio romano y al colaboracionismo de la gente del Sanedrín. Y paralelamente, también aparece un líder inesperado, que no dependía ni tenía vinculación con los poderes locales, ni romanos ni judíos, que era escuchado intensamente por las masas irredentas, que hablaba de un mundo nuevo de justicia y de libertad, y que se enfrentaba a los mercaderes que habían convertido el templo de Jerusalén en un mercado en el que se vendía y se compraba un lugar en el reino de los cielos. Este orden era sostenido por los jefes religiosos del Sanedrín que hacían negocio con la fe, y con la religión levantaban el edificio de su poder.
Este joven de Galilea, Jesús, desconocido, pero incomprable, hablaba del reino de los cielos, denunciaba la corrupción imperante, hablaba del poder de su padre y ofrecía la liberación. Cuando se enfrentó a los poderes reales de ese momento, que funcionaban en estrecha alianza contra el pueblo judío, hablaba de otro mundo, y las masas entendieron que se refería a otra realidad y a otros poderes, y resolvieron que este joven era el líder que esperaban, que necesitaban construir un camino a la rebelión contra Roma y los oligarcas del Sanedrín, y que había que apoyarle e incorporarse.
Este movimiento fue entendido por Pilatos y los dueños del Sanedrín como la mayor amenaza política de ese momento, y Jesús como el mayor enemigo de los poderes establecidos en Galilea. La eliminación de este enemigo apareció como una necesidad para ambos bandos coaligados. El apoyo popular al mensaje de Jesús era un gran problema porque había que evitar una revuelta, por eso era importante capturarlo en solitario, iniciándose un proceso contra un reo previamente condenado a muerte, sin derecho a defensa.
Los pasos sucesivos conocidos hasta ahora ofrecen varios elementos que podemos presentar de la siguiente manera: a) Tanto Pilatos como el Sanedrín consideraban al hombre que tenían preso como un agitador que amenazaba los intereses de Roma y de los oligarcas del Sanedrín. b) Para ambos sectores coligados era conveniente deshacerse de este adversario fuera de la vista de las masas, en la oscuridad y en el silencio. c) Pilatos era un personaje débil cruzado por fuerzas que no dependían de él y dominado por el temor de provocar levantamientos en ese territorio tan inestable pero tan importante para Roma. Esto explica la táctica retardatoria de Pilatos que buscó que en todo caso la responsabilidad visible de la muerte del detenido cayera sobre los dueños del Sanedrín y no sobre Roma; por eso se lavó las manos, le dio participación a Herodes y finalmente decidió azotar al detenido, haciéndole una oferta a las masas de liberar a Jesús a cambio de la detención de Barrabás. Sin embargo, este recurso habilidoso fue desmontado por las masas que, bajo la conducción del Sanedrín, prefirieron la liberación de Barrabás a cambio de la muerte de Jesús. d) A partir de este momento es claro que la condena a muerte es responsabilidad de Roma porque el delito por el que se le condenó no es la blasfemia, sino la sedición contra Roma. La crucifixión era una pena romana. La misma le aplicaron a Espartaco y sus hombres para castigar el levantamiento de los esclavos, décadas antes de Jesús. e) Posteriormente, la historia cristiana ha construido la teoría del sepulcro, el discurso de Emaús y todo lo necesario para mantener en pie la teoría del Cristo resucitado, que dura hasta nuestros días.
Posterior a estos acontecimientos se produce la incorporación de Pablo al movimiento cristiano que ya había aparecido y se inicia la teorización y la preparación del planteamiento teórico fundamental del cristianismo. Este proceso culminaría cuando el imperio romano decadente en tiempos del emperador Constantino, más de 300 años después de estos acontecimientos referidos, adopta al cristianismo como religión oficial del imperio romano y se abre otro momento histórico cuyos ecos llegan hasta nuestros días.