Bandera de la patria, símbolo sagrado de El Salvador, te saludan reverentes las nuevas generaciones… y todos los salvadoreños que creen en la verdad y desean dejar atrás las mentiras que hasta ahora nos han robado la esperanza de un mejor porvenir.
Ver ondear nuestra amada bandera hecha jirones ha sido doloroso, pero también ha sido la metáfora perfecta para describir cómo los mismos de siempre manejaron el país durante más de tres décadas.
Su indiferencia ante las necesidades del pueblo rompió miles de hogares. Más de 2 millones de compatriotas se vieron obligados a buscar un mejor futuro fuera de nuestras fronteras.
Su desmedida e inmoral ambición de poder ha rasgado profundamente el corazón de los salvadoreños. Convirtieron la vida humana —la suya, la mía, la de nuestros padres e hijos— en una ofrenda en colaboración con estructuras terroristas. Decenas de vidas se perdieron diariamente sin que ninguno de ellos moviera un solo dedo.
Hace pocos días, nuestra bandera, ya rota, fue retirada a tirones y cuchillazos. Todos lo vimos. A todos nos quedó claro que, para los corruptos de siempre, el único símbolo sagrado es el dinero. Ese dinero sucio que pasa por debajo de las mesas, que llega en maletines negros o está guardado en paraísos fiscales alrededor del mundo. Esos son sus verdaderos símbolos sagrados.
No hay bandera tan grande en el mundo que logre cubrir los robos y abusos que los políticos corruptos han llevado a cabo durante más de 30 años. Hicieron del saqueo una política compartida. Un método de enriquecimiento aceptado y solapado entre ellos. Y mientras cambiaban de silla y se turnaban para exprimirle al pueblo hasta el último centavo, se volvieron sordos y ciegos a la realidad.
El hartazgo de los salvadoreños está en su punto más alto. Ya las mentiras de toda la vida no tienen cabida en la realidad del país. Las intenciones miserables de los políticos oscuros han quedado expuestas.
Mientras las recientes encuestas muestran el desprecio con que el pueblo los mira, ellos siguen buscando la forma de engañar, sobornar y mentir para continuar en el poder.
Amenazan con desafueros a funcionarios que han dejado la piel y el alma en medio de la pandemia y las emergencias climáticas. Los citan a la Asamblea para gritarles y humillarlos. Tratan de hacer un circo en donde el que no les hace caso es sacrificado. Para los padres de la miseria la suerte ya fue echada, y perdieron. Solo es cuestión de tiempo, solo tiempo.
Los salvadoreños que deseamos progreso y paz izaremos nuestra propia bandera, una que ondee con la verdad y que abrace lo sueños de todos. Los que abrazaron la bandera de la corrupción van de salida. Es un hecho irrefutable.
Las banderas de los mentirosos y corruptos no soportan los vientos del cambio. Se rompen cuando la verdad las alcanza, por eso duran tan poco.
Sé que se avecinan días difíciles, días en los que la maldad hará todo lo posible por mantenerse vigente. El pacto de corrupción atacará con toda su fuerza, pero no cederemos un milímetro de lo ganado en la recuperación del país.
Todos los salvadoreños soportaremos con valentía los días que faltan para sacar a los mismos de siempre del poder. El azul y blanco que ondea sobre nuestras cabezas nos dará la fuerza necesaria, el valor para decir ¡basta ya!
Dios te salve, patria sagrada…