El título de este artículo corresponde a un poema de César Vallejo, con el cual el poeta peruano, aunque parezca contradictorio y sin sentido, cuestiona el ser y quehacer de quienes, viviendo en la opulencia y derrochando el dinero a manos llenas, sufren total pobreza —pobreza extrema— por su insolvencia moral y espiritual. Son los nuevos ricos, herederos del dinero fácil.
Desde luego, nada que ver con el comportamiento de las personas laboriosas y humildes; tampoco con el de aquellas que, por herencia familiar o por trabajo honrado, son dueñas de valiosas pertenencias, ajenas a las obtenidas por acciones ilícitas.
El verso-sentencia del poeta: «la cantidad enorme de dinero que cuesta ser pobre» debieron tomarlo en cuenta especialmente, como medida preventiva, los políticos de todas las épocas y de distintos países; quienes, engolosinados por el poder y el dinero, vilmente metieron la mano en los escasos bolsillos de la cosa pública. Falta de honestidad, falta de visión o ambición desmedida son factores que propician una abundancia pasajera, que mañana puede significar una caída de los valores más preciados de humildad y honradez como señal inevitable de extrema pobreza moral.
¿Cómo no haber pensado que, a la corta o a la larga, aunque parezca trillada se haría realidad la frase «nada hay oculto bajo el sol»; o la otra «todos los nunca se llegan»? y ¿qué pasó cuando llegó el dedo acusador, implacable e inevitable, de la justicia? y ¿qué, entonces, de la familia y la dignidad y el honor caídos? Quizás, para entonces, era demasiado tarde.
Muchos expresidentes de naciones y altos funcionarios pasaron a ser, de la noche a la mañana, nuevos ricos y despilfarradores del dinero ajeno. A escala continental y mundial, muchos países tienen, por lo menos, a un expresidente cuestionado, perseguido o preso por corrupción, o bien son personas en libertad, pero acaso llevando a cuestas el calificativo de expresidentes y funcionarios sin dignidad; o bien, en el peor de los casos, purgando su falta en una prisión. Algunos quizás disfrutarán los millones que lograron rescatar, después de una amañada absolución política o penal; mientras que otros, si acaso cuentan todavía con algunos millones amañados, ¿de qué les pueden servir ahora, ahí tras las rejas?
Pero la advertencia vale también para otros niveles de poder. Los mandos medios son también proclives a sucumbir ante las tentaciones del arca abierta. «En arca abierta, el justo peca», dice la voz popular. Y las arcas oficiales siempre se ofrecerán abiertas para el funcionario ambicioso, que ordena sin posibilidades de ser desobedecido. Porque ¡ay! de quien desobedezca y, peor, si lo denuncia, porque se le revertirá el castigo por desobedecer una orden superior. Cuantas personas honradas en su vida socioeconómica anterior, ahora, en medio de proyectos de mucho dinero, les resultan tentadoras las cifras y, cegados por la ambición, no reparan en la segura «pobreza» (moral) que les espera, a pesar de los millones que pudiera reportarles la movida.
Oportuno será meditar siempre sobre el verso-sentencia del poeta Vallejo, especialmente los funcionarios que se inician en un Gobierno. Es la oportunidad para que, al final de su período, su mayor satisfacción sea haber ejercido el cargo con honradez, calidad y transparencia; pero, sobre todo, con manos limpias y con los saldos justos a su favor, adquiridos por derecho propio. Será su mayor riqueza, contra la inevitable pobreza que da la riqueza mal habida.