Vivimos en una realidad tan contradictoria que pareciera que las circunstancias adversas se salen de control de nuestra razón. Sin embargo, este planteamiento no debe analizarse con superficialidad, ya que negar es aceptar, y viceversa. Distorsionar el análisis de la realidad con un pensamiento rígido es lo que limita la comprensión profunda y filosófica de este fenómeno hoy presentado.
Cuidado con creer que las circunstancias adversas se resuelven ignorándolas o bloqueándolas simplemente; atención con este fenómeno, cuidado en expulsar los demonios que nos molestan cuando quizá y solo quizá podríamos estar excretando lo mejor de uno o de las circunstancias. Somos ángeles y demonios en nuestro ser interno y ambas cualidades son necesarias.
Ya hace más de un siglo el filólogo y pensador Friedrich Nietzsche expresó una sentencia de gran rigor analítico: «Para que el árbol tienda hacia arriba, hacia la luz, debe tender sus raíces hacia abajo, lo oscuro, lo profundo, hacia el mal». Es decir, aquello que percibimos como negativo podría ser la reestructuración de una nueva forma de ver, ser y hacer.
Es decir, el interior humano necesita un recorrido dialéctico para poder convertirse en un verdadero oasis espiritual y de calma, tal como expresó el místico Osho: «Mientras más oscura es la noche, más brillan las estrellas». La vida es un estire y encoge de circunstancias adversas y circunstancias confortables, solo de esta manera recobra sentido la vida, pues la contradicción es lo que permite la evolución, tal como lo plantearon los grandes maestros de la dialéctica.
El caos que se vive por tiempos en el interior y la mente de una persona es en realidad la acomodación de diversas situaciones que deben ser ordenadas, y nada es más cierto que el orden solo nace del desorden y viceversa. Por lo cual, querido lector, toma tu caos como la gran oportunidad de reencontrarte y abrir un nuevo sendero, donde ya habiendo conocido el frío de la noche oscura del alma puedas resurgir y darte la oportunidad de ser feliz, que al final es para lo que hemos nacido.
De tal suerte que la guerra interior es necesaria, menesterosa, incalculable, para evitar la guerra externa, en la que terminamos siendo el martillo de quienes nos rodean. Cuidado de no querer aceptar la realidad tal cual viene, pues con ello podrías terminar mendigando un trozo de alma por estar mendigando un trozo de placer y conformismo.
Cuidado, pues, de someter a la gran razón ante la pequeña razón que solo es plástica, menospreciando el gran vínculo de tu ser interno con tu ser externo, de la realidad externa con tu realidad interna; desconectando la causalidad entre la contradicción y la evolución, que a fin de cuentas es la que permite la comprensión de la realidad y de la contradicción.
Ya lo decía Charles Baudelaire: «En la declaración de los derechos del hombre se olvidaron de incluir el derecho a contradecirse». Es importante, pues, que aprendamos a ver la contradicción o la adversidad como madre que nos educa y forma en la gran película de la vida. Pero esto debe considerarse más que nunca ahora. En la nueva realidad que está viviendo El Salvador es la mejor oportunidad para nacer desde la contradicción y el caos que podría estarse orquestando y, por tal, convertirse en el pináculo de la liberación del pueblo salvadoreño.