Desde la primera obra donde actúo, en 1992, hasta la fecha, René Lovo ha buscado la manera de dividir su trabajo en los diferentes campos teatrales como actor, pedagogo y director. En cada uno busca tener una calidad de lenguaje, que sea proyectado al público para que este se sienta satisfecho «tal cual saborea el plato de comida más exquisito», dice.
Desde su primera obra hasta hoy, ¿cuántos papeles actorales ha tenido?
En el campo de la actuación hice varios: «Tierra de cenizas y esperanzas», «Pares y mines», con producciones William Shakespeare de Isabel Dada. Después hicimos «La muerte y la doncella», «Orquesta de señoritas», uf, perdón, pero la memoria me falla.
Pero, ¿si le ponemos un número?
Es relativo. Yo conforme fui avanzando en mi trabajo teatral fui también descubriendo y tomando ciertas consideraciones. Yo no fomentaba la idea de que un actor, un director o un grupo de teatro tiene que montar obras de teatros como si fuera fábrica, como si lo importante fuera ganar plata y tener público.
Nunca he pensado el teatro a través de la taquilla sino a través de un proceso de estudio, investigación y creación. Para mí lo importante del teatro son los desarrollos del lenguaje, porque si una vez descubrimos una forma efectiva en una obra queremos repetir esa forma, y lo que hace es que se agota el teatro, lo vuelve comercial y no hay desarrollo creativo.
El teatro sirve para cuestionarnos el sentido de la vida y para hacer una reflexión con la realidad. Siempre me he caracterizado por estrenar, máximo, una obra por año, ya sea como director o como actor. Podría mencionar entre las obras que he actuado unas 15 a 20, máximo, y haber dirigido unas 12 obras, aproximadamente. Probablemente mi repertorio no pase de 35 espectáculos.
Director, ¿cómo es que llega a ser? ¿O es la misma necesidad de contar algo diferente?
Hay obras bien escritas en todas partes, pero probablemente las obras no reúnen las temáticas, las reflexiones o los conflictos que uno quiere hablar con su público. Entonces, uno se da a la lógica de buscar a través de otros procedimientos la creación teatral. ¿Por qué yo dirijo? Primero que nada, porque hay cosas que yo quisiera hacer teatralmente o porque hay otros actores mejor que yo. Me gusta cultivar en los actores una serie de necesidades, exigencia de búsqueda, maneras de trabajar y de actuar, porque de allí va a depender todo el teatro que podamos hacer.
Como actor, me gusta entregarme, me gusta ir a fondo con los niveles de valoración temática, humana, poética, semántica y del ejercicio meramente actoral.
¿Ha escrito alguna obra?
Todavía no.
Adaptaciones, ¿sí ha hecho?
Lo que pasa es que yo no soy escritor, soy actor, soy director de teatro y en el teatro que nosotros hacemos, si bien hay una gran dosis de dramaturgia, no es la escritura. En el teatro hay diferentes dramaturgias, hay textual, espacial y actoral. Cuando se funden esas tres el teatro genera un nivel de expresión y de identidad que solamente se logra imprimir en el tiempo que ese teatro se produce. O sea, en cada tiempo se produce un tipo de teatro.
Nosotros escribimos teatros sí, en la medida nos desvinculemos de los textos literarios. En el espectáculo de monseñor Romero, Omar Renderos y yo nos dedicamos a construir toda la partitura física, casi podríamos decir completamente, sin que el director nos dijera qué teníamos que hacer. Cuando él vino, escribió el texto y lo vació. Ya nosotros teníamos armado prácticamente el espectáculo. Sea ese o no el canon, a eso yo le llamo creación colectiva.
Dentro de esta construcción, me imagino que hasta se piensa en el escenario.
Todo lo que es la espacialidad, la escenografía. No es una idea previa del espectáculo. La escenografía se va definiendo según el cuerpo de la actuación y de las energías que se instalan, es decir, las ideas vienen del escenario, no al revés.
Dejando de un lado la dramaturgia, ¿cómo es René fuera del teatro?
Ya fuera de escena uno no sabe para qué sirve, pero yo encontré, por curiosidad igual, que la cocina es una de las actividades muy divertidas, relajantes y creativas, y que se llevan bien con todo el mundo. No importa el idioma, la comida une personas, igual que el teatro. No importa fronteras, ni tiene límites.
El pensamiento es que, ojalá, la gente pueda ver en la Galera Teatro un espectáculo que lo disfrute, así como se disfruta un plato delicioso con un sabor memorable, que le provoque sensaciones maravillosas. Y de esa misma forma la gente salga del teatro con esa gran satisfacción de haber visto una obra. Ese es el pensamiento de La Galera.
En la cocina de La Galera hay un menú que entiendo fue creado por un director que también es cocinero.
Cuando me fui a vivir a México un tiempo, allá nació mi hija Maya, en los casi tres años que vivimos allí, aparte de trabajar en teatro me dediqué a trabajar en cocina. Hice un par de cursos de cocina. Eso me motivó, me ayudó a darme cuenta del mundo tan grande y tan rico de los ingredientes, de los sabores, de las tradiciones, y me conectó con la memoria de mi infancia.
Mi abuela, con quien me crié, tenía una cocina al tamaño de La Galera, era una cocina muy tradicional. En algún momento todo se conectó en mí, la memoria de la infancia, los nuevos ingredientes y todo eso, sin darme cuenta, hicieron conexión, así como cuando vi teatro y dije: «Esto es lo que quiero hacer».
La cocina de La Galera está abierta para hacer eventos, ¿verdad?
Sí, aquí se puede hacer desde una boda alternativa diferente, un baby shower, despedidas, barbacoa, taquizas, cumpleaños, graduación. Por suerte, no hemos tenido funeral todavía, pero hasta en eso podríamos preparar algún plato simbólico que unifique, porque la comida lo que hace es unir espiritualidades, une personas, une gustos, tradiciones, une la memoria, funde a las personas y las reúne en un solo banquete y hace que todos disfruten de ella, igual que el teatro.
¿La cocina igual que el teatro están a punto de cumplir ocho años?
Primero abrimos la cocina. Descubrimos que la cocina, la bohemia, son nuestra actividad económica, y el teatro es nuestra actividad cultural. El teatro no da dinero, mucho menos el teatro que hacemos y no por la calidad, sino porque nuestra manera de pensar del teatro no es por la taquilla. Pensamos el teatro por la búsqueda y la calidad de lenguaje, y aunque estemos en crisis es la cocina y la bohemia que nos permite financiar el teatro.
¿Qué se tienen preparado para el aniversario?
Comenzamos el próximo fin de semana. Viene el teatro Bambú, viene Andy Gamboa de Costa Rica con una trilogía: «Señor de señores», «Memoria de pichón» y «Autopsia para una sirena». Además, viene «A puros cuentos», un espectáculo de narración oral de Honduras; viene «El secreto más terrible», que es un monólogo que hice hace años, lo voy a retomar para el aniversario. Estamos viendo la posibilidad de un reestreno, de «Historias íntimas del paraíso» y, luego, retomar en marzo la obra de monseñor Romero para unir la celebración del aniversario con el Día Internacional del Teatro. Con estos espectáculos simbólicos para La Galera, vamos a celebrar el octavo aniversario.
¿Con esas obras también se abre temporada en la Galera Teatro?
Así es.