La democracia es cultura, es decir, un modo de vida que se reproduce habitualmente en las relaciones interpersonales en un contexto de igualdad y respeto de los derechos humanos; se pone en práctica en el momento del desenvolvimiento de los roles y estatus que se dan entre los ciudadanos en el ámbito público y privado.
Los principales agentes socializadores de la cultura con todos sus valores y principios se dan en la familia, las instituciones educativas, grupos sociales, etcétera. Sin embargo, el Gobierno juega un papel más que importante, decisivo para la creación de las condiciones objetivas y subjetivas con la creación de una nueva normativa, modernizando leyes, cambiando la misión y visión de todas las instituciones públicas e influyendo en las privadas.
Nayib Bukele accedió al poder político en 2019 e inició el cambio de cultura de El Salvador, que antes estaba constituida por miedo, incertidumbre, desconfianza, zozobra, en un contexto de corrupción, impunidad, criminalidad y autoritarismo. Este país en el ámbito internacional era más conocido por sus altos índices de asesinatos, emigración, inseguridad, pandillas, etcétera.
Antes de 2019 había salvadoreños que se avergonzaban de su nacionalidad y preferían mantenerla oculta o la negaban porque sufrían discriminación en los países de residencia, situación que los afectaba en los lugares de trabajo, estudio, domicilio, etcétera. A los salvadoreños en el extranjero inmediatamente los relacionaban con las pandillas o como simpatizantes del Gobierno de turno, que podría ser ARENA o el FMLN. Estos partidos eran considerados mafias criminales que cogobernaban con las organizaciones terroristas, mejor conocidas como maras.
Con la realización de las reformas y transformaciones de las obsoletas estructuras sociales, económicas y políticas, asimismo, con la modernización de las instituciones gubernamentales, en El Salvador se produjo una refundación del Estado, conocida coloquialmente con el nombre de renacer, reinvención y milagro.
Después de que el Estado estaba en función de satisfacer los intereses de los poderes fácticos, de las pandillas y el narcotráfico, dio un giro de 180 grados; Nayib, en su primera gestión de 2019-2024, puso al Estado en beneficio de única y exclusivamente el ciudadano salvadoreño. A partir de aquí nació un nuevo El Salvador, trayendo consigo un cambio en la cultura, en la identidad nacional, imaginario y en la idiosincrasia.
Los salvadoreños ahora se sienten orgullosos, es más, presumen de su nacionalidad en los países de residencia o cuando hacen turismo en el extranjero; de igual forma, los extranjeros sienten admiración por el presidente Nayib Bukele y expresan el deseo de conocer este país centroamericano.
El «modelo Bukele», además de haber creado un nuevo país con índices positivos en crecimiento económico, educación, salud, energía, aumento de las exportaciones, turismo, seguridad ciudadana, etcétera, también ha creado un nuevo ciudadano, ha construido la democracia y es apreciado nacional e internacionalmente por el respeto a los derechos humanos. El Salvador actualmente se ha convertido en modelo, es decir, en un paradigma de referencia.