El Plan Control Territorial y régimen de excepción se han convertido en las estrategias clave del Gobierno para rescatar el Centro Histórico de San Salvador y atacar desde la raíz la criminalidad que durante años fue dirigida por las pandillas.
El despliegue de policías y soldados quienes de forma permanente se mantienen en plazas, parques y mercados ha empezado a dar resultados, es una receta gubernamental que ataca el crimen y las pandillas y que desde finales de marzo de 2022 el perímetro que circunscribe el Centro Histórico ya no carga con el título de ser peligroso y violento.
Lejos ha quedado aquella época oscura donde el sector informal del comercio, los pequeños y microempresarios, así como transportistas debían pagar extorsión a las pandillas.
El Centro Histórico de San Salvador focalizaba un punto rojo en la capital ya que a diario había homicidios, las víctimas eran vendedores informales, transportistas, agentes de seguridad privada, propietarios de negocios y pandilleros que se «disputaban territorios» por la venta de armas, drogas y el control de las extorsiones.
«Ahora el panorama es diferente, incluso nosotros trabajamos con un poco de menos estrés y preocupación de ser emboscados por los pandilleros, si usted ve aquí las personas caminan tranquilas, sacan su celular y hablan en cualquier calle sin temor a que se lo van a despojar», comentó un agente de la Policía Nacional Civil que junto a otros compañeros patrullan las principales arterias del Centro Histórico.
Uno de los agentes que por años ha estado destacado en tareas de seguridad pública detalló algunos puntos críticos donde diariamente iban a atender hechos de violencia, mencionó que había algunos tramos de la Avenida Cuscatlán, 6ª Calle Oriente en el punto conocido como Calle de La Amargura, 4ª. Calle Poniente, 1ª. Avenida Sur, Calle Rubén Darío, Calle Arce, Avenida Morazán, 5ª. Avenida Sur, 1ª. Calle Oriente, 8ª. Avenida Sur, Calle Barahona, 12ª. Calle Poniente, 11ª. Avenida Norte y otras arterias.
Uno de los sectores que por más de una década fue bastante golpeado por las pandillas fue la seguridad privada, los vigilantes de varias empresas habían generado una pugna con la Mara Salvatrucha y la Pandilla 18 ya que los grupos terroristas querían que estuvieran bajo su dominio y que se aliaran para extorsionar y vigilar la presencia policial.
En la 11ª. Avenida Norte, el vigilante de un ferretería contó que en el año 2017 a cuatro de sus compañeros los asesinaron los pandilleros.
Desde motocicletas los gatilleros de las pandillas [sicarios] pasaron disparándoles por haberse negado a colaborar. «A nosotros nos querían obligar a cobrar la renta [extorsión]y que les avisáramos cuando los policías andaban patrullando, algunos guardias con tal de sobrevivir fueron doblegados y terminaron cayendo con ellos, cuando sintieron ya eran pandilleros, no pudieron salir de la mara», contó el agente de seguridad privada quien en los primeros años de la Policía Nacional Civil dice que fue agente destacado en investigaciones.
En algunos tramos de la avenida Cuscatlán donde todavía hay vendedores informales, comerciantes cuentan los problemas de violencia por los que han pasado.
«Diariamente aquí eran seguras balaceras las que se daban, los vigilantes y los de las maras se enfrentaban, nosotros quedábamos en medio del fuego cruzado, más de alguna vez murieron vendedores al ser alcanzados por las balas», contó Maribel Herrera, una vendedora de ropa quien todos los días viaja desde Ciudad Delgado para atender su negocio.
En la Calle Barahona, una arteria que conecta con el Bulevar Venezuela y esquina opuesta al Cementerio Los Ilustres, todos los vendedores estaban pagando extorsión, dice un pequeño comerciante.
Los microbuseros de la ruta 5 que tienen su parada en ese sector debían pagar para tener derecho a subir pasajeros, era común que asaltantes abordaran las unidades para robar a los usuarios y dos cuadras después se bajaban los delincuentes.
Los vendedores de los diversos pabellones del mercado Central también tenían que pagar las extorsiones impuestas por las pandillas «Nosotros no nos complicamos y mejor pagábamos para no tener problemas, aquí hubo una época que los mismos dirigentes de los vendedores terminaron aliándose con las maras, fueron obligados y después los llevaron presos, pero aquí en los mercados pasaba de todo, ahora gracias a las medidas de seguridad del Gobierno las cosas han cambiado y es de agradecer a las autoridades todo lo que hacen», dijo María de los Ángeles Serrano, una de las vendedoras que tiene su puesto en el mercado Central.