A Jaimito Molina lo conocí recién había llegado a NY en el 86, fuimos la generación de jóvenes que salimos huyendo de los Escuadrones de la Muerte. Siempre compartimos la ilusión de regresar a El Salvador; yo añorando que me mandaran a Morazán para incorporarme a la Radio Venceremos, mientras Jaimito trabajaba en las Casas El Salvador organizadas en las principales ciudades gringas para crear una red de apoyo a la guerrilla y denunciar la intervención militar en Centroamérica.
En esos tiempos NY era considerada como la “Siberia¨ de la solidaridad, era una ciudad ingrata. Mis responsables “ideológicos” de Los Ángeles me enviaron a NY como sanción ¨disque¨por ser irreverente, ellos creyeron que no aguantaría el “exilio” en la ciudad de los rascacielos. Llegué a sustituir al compita “Tony” en El Salvador Media Project , pues él quería dedicarse a escribir poesía y obras de teatro.
Media Project se encargaba de distribuir y poner subtítulos a los audiovisual que se producían en Morazán, monitoreabamos todo lo relacionado a El Salvador en las Naciones Unidas y Washington DC, mandábamos el resúmen vía xtalk/crosstalk (la versión arcaíca del Messenger y WhatsApp) a Managua para su reenvío a Perquín. Igual comprabamos equipo técnico para la Venceremos y organizabamos grupos de periodistas que querían ir a cubrir la guerra.
Con Jaimito enfrentamos los duros inviernos newyorkinos con noches de rumba en el “Village Gate” (Greenwich Village). Fania All Stars ya estaba en decadencia y el Merengue de Johny Ventura y Wilfredo Vargas comenzaba a sustituirlo. Eso si, el Bronx de los 80’s era un paisaje que emulaba las zonas bombardeadas de Beirut.
La salsa se volvió nuestra biblia, nos mantenía cuerdos en esa ciudad de locos. Recuerdo que me había comprado unas zapatillas blancas “… por si hay problemas salir volao..” mis compas ortodoxos se burlaban, pero Jaimito era mi cómplice y con un morral al hombro y una pachita de anisado colombiano nos metíamos al Washington Square a bailar “…Tú amor es un periódico de ayer, que nadie más procura ya leer, sensacional cuando salió en la madrugada, a medio día ya noticia confirmada y en la tarde materia olvidada …” fue en una de esas noches que conocimos al Tigre de Manhattan.
Agustin Lao, el Tigre de Manhattan, era nuestro mesías, nos enseñó a saborear la salsa, a sentirla, a percibirla hasta por los poros. Él era un boricua del movimiento independentista que de día organizaba protestas y en la noche vestía como chamán. Cuando llegaba a las salas de baile; tanto del bajo Manhattan, Uptown, Harlem y el Barrio, paralizaba el lugar, bailaba como los dioses. Tuvimos la dicha de asistir juntos a uno de los últimos conciertos de Héctor Lavoe con quien al ritmo de “… en su mundo tu eres un alimaña, atracando vive Juanito alimaña…” tuvimos una noche orgásmica, nos estábamos graduando. Aun en estos días, cierro los ojos y escucho en el background “…Yo, soy el cantante, que hoy han venido a escuchar, lo mejor del repertorio a ustedes voy a brindar…” veo zapatear a Jaimito con su eterna sonrisa quien luego heredó ser nuestro TIGRE DE MANHATTAN.
Con el tiempo cada quien tomó su rumbo, se terminó la guerra y con ella también FANIA ALLSTAR. Vino la salsa romántica de Frankie Ruiz y Eddie Santiago. En Colombia surgió Grupo Niche, pero en Cuba se mantenían los Van Van e Irakere. Yo empecé a escuchar Soda Stereo y Enanitos Verdes.
Mantuvimos una amistad por tres décadas. A principios de los 90’s regresé a El Salvador, Jaimito se quedó en la USA, organizando sindicatos en la industria hotelera. Lo volví a ver a inicios del 2000 en Tegucigalpa, luego en Guatemala, entonces trabajaba para Naciones Unidas, ahí me recibió en un apartamento que alquilaba en Vista Hermosa. Con Jaimito, Bareta, Santiago y El Chamuco compartimos la idea de hacer nuestro primer documental de Meridiano 89; fue Jaime quien nos sugirió y conectó con la red de las casas de los migrantes de los Hermanos Scalabrini y nos dio el contexto que dío inicio a nuestra travesía.
De Guatemala lo mandaron a Pasco, la zona fronteriza entre Colombia y Ecuador. Siempre venía con un costal de historias. Cambiamos Manhattan por PhotoCafe en la Colonia Roble, nos dábamos cita: Santi, El Flaco, Enaida, Giovanni, El Burro, Chinchilla, El Chele, Miguelito, Chamba y un puñado más. Siempre a escuchar su nueva colección de salsa, historias en los bares de Bogotá, las travesías en la frontera sur de Colombia y de como convivía entre Paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes.
Jaimito fue siempre un sobreviviente que no le hacía mala cara a un trago, mucho menos a conflictos militares o sociales. No era un buen bailador de salsa, una de sus grandes frustraciones, pero era el salsero más apasionado de los que he conocido, llevaba la salsa a todos lados, no importaba dónde, ni cuándo, ni cómo. “… Diariamente, yo me curo de lo duro que fue vivir sin ti, diariamente te lo juro, aunque me agite a veces la desesperación cuando le falta la cura a mi desesperación…”
Nuestro TIGRE DE MANHATTAN se nos fue hace unos días a compartir sus historias, ahora, con el gran Héctor Lavoe; yo quedo en deuda, no haberme tomado el último trago con él y de no escuchar por enésima vez “… En el barrio la Cachimba se ha formado la corredera, allá fueron los bomberos con sus campanas, sus sirenas, ¡Ay, mamá! ¿Qué pasó? ¡Ay, mamá! ¿Qué pasó?, al cuarto de Tula, le cogió candela, se quedó dormida y no apagó la vela…”. Pero vos , seguí zapateando Tigre de Manhattan porque ¨… pronto llegará el día de mi suerte, se que antes de mi muerte seguro llegará…¨