Don Ciro González lloró mientras observaba el retiro del legendario «Ford Thunderbird», del año 64, que servía de caja registradora en lo que fue Disco Almacén, la esquina más alegre de San Salvador.
González narró que la idea de tener un automóvil como caja registradora surgió en un viaje a Puerto Rico. Mientras paseaba por aquella ciudad, observó un carro en un almacén. Entró, pidió permiso de replicar la idea en su país y cuando le dijeron que no había problema compró una placa simbólica en aquella isla para ponérsela al carro cuando lo obtuviera en El Salvador.
El «Ford Thunderbird» Lo compró en un taller donde lo tenían abandonado, lo acondicionó y trasladó, primero, a una tienda en las cercanías de la Catedral Metropolitana y luego a Disco Almacén, en la 1.ª calle oriente y la 4.ª avenida norte.
El auto rojo fue la sensación de la entonces «esquina más legre de San Salvador», el eslogan que acuñó el almacén hasta su cierre. En sus mejores años, la venta de discos musicales era su fuerte, discos de vinil de 45, 60 y 72 revoluciones por minuto, de artistas extranjeros y nacionales.
Los aparatos de sonido, como tocadiscos y grabadoras, fueron sus primeros productos y luego se agregó la venta de radios y videojuegos, entre otros.
«Éramos los pioneros y teníamos las baterías para las necesidades de toda la gente», recordó don Ciro, mientras se llevaban los últimos recuerdos de su emblemático negocio en el Centro Histórico capitalino.
Una mala administración y un conflicto amoroso sobre el cual prefiere no dar detalles, porque hay un proceso judicial activo, llevó al cierre definitivo del almacén.
El tiempo y la tecnología también dejó al almacén en el pasado: «Los administradores no eran comerciantes, se quedaron en el pasado y no adquirieron nuevas tecnologías», lamenta don Ciro.
Miles de dólares en mercadería obsoleta, que se guardaba en el sótano del edificio, se tiraron a la basura en los días previos al cierre. Había cintas para máquinas eléctricas, baterías y casetes, entre otros.