Recién llegado a la Asamblea Legislativa en 1994, el FMLN tenía mucho de qué jactarse: era, en ese momento, la única guerrilla marxista que había logrado un acuerdo de paz con sus enemigos y se había insertado, exitosamente, en el sistema político.
En su primera participación en una contienda por el voto popular ganó 21 curules, de 84 en juego, y un puñado de alcaldías. Nada mal para un partido que apenas tres años antes sus comandantes y milicianos estaban escondidos en los montes, en casas de seguridad o en el extranjero analizando cómo derrotar militarmente al Gobierno.
De ahí en adelante, el FMLN solo vio crecer su presencia política tanto en la Asamblea Legislativa como en las alcaldías. Llegaron a tener la bancada parlamentaria más grande, presidieron el congreso y gobernaron los municipios más poblados y urbanizados del país. Su mayor momento de gloria fue cuando conquistaron la presidencia de la república en dos ocasiones.
Y después de esto, sin embargo, los ciudadanos se dieron cuenta de que sus promesas políticas eran pura falsedad. Su «moralidad revolucionaria» no era más que marketing y sus afamados y probos comandantes se enriquecieron, producto de la corrupción, del asalto a las arcas del Estado.
En lugar de convertirse en una opción frente a un partido que presentaban como su némesis, adoptaron todos sus mecanismos corruptos y pactaron impunidad. Se protegieron mutuamente e impidieron que la justicia investigara y enjuiciara a los funcionarios que se hicieron millonarios más allá de lo que permitían sus «emolumentos» (como gustaba llamarlo Sigfrido Reyes para justificar que dejó de ser un político que usaba el transporte público para convertirse en un magnate de los bienes raíces).
Viendo todo esto, no extraña, entonces, que el último sondeo del Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop, la casa encuestadora de la UCA) revele que, en estos momentos, solo tiene el 1.3 % de las preferencias políticas. En diciembre, antes de las elecciones, ese número era de 2.4 % y cayó después de la desastrosa participación de sus candidatos, tanto en las presidenciales como en las legislativas y municipales.
El FMLN sigue en caída libre y va camino a la desaparición. En los comicios pasados fracasó de todas las formas posibles y no ganó ni un solo puesto de elección popular. Después de 30 años de su primera participación en una elección, ahora no tendrá un solo alcalde o diputado.