Durante su discurso a la nación el fin de semana pasado, el presidente Nayib Bukele hizo una serie de preguntas sobre el tipo de gobierno que los salvadoreños eligieron en las urnas el 28 de febrero. Aseguró que la masividad con la que el pueblo acudió a votar y el amplio respaldo popular a los candidatos de Nuevas Ideas y GANA configuraron un bloque legislativo de 61 diputados de 84 posibles.
De este modo llegó la hora de la democracia a El Salvador. A las voces que lamentan irónicamente la pérdida de la democracia de manos de 1.9 millones de ciudadanos que acudieron a las urnas el presidente Bukele les preguntó: «¿Qué sistema proponen ellos? ¿Una plutocracia, para que gobiernen los más ricos? ¿Una aristocracia, para que gobiernen los nobles o las élites? ¿Una cleptocracia, para que gobiernen los ladrones? Todos ellos ya tuvieron su oportunidad. Ahora es la oportunidad de la democracia».
En efecto, solo los que perdieron sus privilegios en El Salvador están preocupados por la decisión que los ciudadanos tomaron en las elecciones. El caso de las plazas fantasma en la Asamblea Legislativa es un indicador de las cosas que estaban mal y que se van a resolver. El engrosamiento de la planilla del Estado para cobijar a activistas o para enriquecer a corruptos es algo que está por terminar. Los que se han aprovechado del Gobierno por medio de los partidos políticos sabían lo que venía y por eso convirtieron sus plazas partidistas en trabajo «institucional», aunque siempre laboraron por la bandera de sus partidos.
La Fiscalía deberá investigar a aquellos que pusieron a sus trabajadores domésticos, jardineros o entrenadores como asesores pagados por la Asamblea Legislativa, y no debe aceptar como legítimas las bitácoras falseadas a última hora.
Ya pasó el tiempo en el que nos gobernaron los ladrones y aquellas élites que se disfrazaron de nobles para seguir beneficiándose del Estado.
La democracia nos permitió renovar la presidencia de la república y, con ello, todo el Órgano Ejecutivo, y ahora facilitó que los diputados que llevaban décadas viviendo de los impuestos sean sustituidos por hombres y mujeres que prometen ser un verdadero cambio. Quedarán bajo el escrutinio popular, que les exigirá cumplir las expectativas y aprobar todo lo que los partidos tradicionales bloquearon al Gobierno.
Y, sobre todo, deben cumplir la promesa de no hacer pactos con corruptos ni con los poderes que mantuvieron postrado al país durante décadas. Es la hora de la democracia.