Omar Renderos es actor pero, sobre todo, un ser humano que no teme a la vulnerabilidad y a la honestidad para expresar sus emociones. No le teme a ello en el escenario y tampoco en una conversación una tarde sentados por un rato en las bancas de La Galera Teatro & Café o en las tablas de la misma sala alternativa. Reconoce su trayectoria y su aporte en la escena artística nacional, tanto como la etapa personal por la que pasa, una que no dejara de aprovechar para hacer crecer su arte y al personaje que ha vuelto una leyenda: la Cristal. Omar tiene 50 años de vida en los que 30 han sido dedicados al teatro y va por más en todo.
¿Los actores cómo miden la palabra triunfo?
Es bien efímero, te deja una sensación de plenitud, pero a la vez te deja un sentimiento de nostalgia y después de pregunta: ¿seguís? ¿no seguís? ¿qué enfoque? ¿con quiénes?
¿Eso después de cada proyecto?
Sí, porque lo que pasa es que como el teatro también te va escarbando tu memoria, tus emociones, todo tu aparataje creador y humano, y que va de la mano con tu vida en una línea del tiempo, y allí mismo te haces muchas preguntas. Surgen hacia dónde quiero llegar, qué temas, con quién coincidir, con quién no, qué tipo de teatro, en dónde y muchas preguntas. Es un proceso muchas veces hasta un poco inconsciente, pero sabés que está allí y creo que esa etapa es bien bonita, porque va llegando una etapa mucho más madura, porque entonces allí tratás, intentás.
¿Cada obra terminada es un triunfo y cada nueva es como comenzar de cero?
Sí, fíjate que la palabra triunfo está bien como una parte de una realización, pero a mí me gusta más la plenitud. Las temporadas que hemos hecho de las obras vos las registrás, las guardás y cuando terminás te queda como una especie de vacío de soledad, de nostalgia, pero esos son también los sentimientos que te están confrontando, contraponiéndose a lo que vos también estás en la razón diciendo “y ahora qué voy a hacer, solo sé que tengo que hacer algo porque ya el teatro es mi vida es lo que hago lo que quiero y lo que voy a hacer hasta el resto de mi vida”. Solo que más como consiente de ese adónde.
¿En ningún momento de estos 30 años pensaste en renunciar como opción?
En un principio, en los primeros años fue complicado, porque mi manera de subsistir era mediante las temporadas escolares de teatro y estas terminaban entre agosto o septiembre, los fines de año era complicado; pero fue nada más como tres meses que dije “ya no voy a hacer teatro, voy a ver qué hago”, fue con todo el dolor de mi alma. Me fui para Santa Ana a mi casa, y veía las láminas y los ojos se me llenaban de lágrimas, fue bien fuerte, porque era como “ni modo”. Hasta que llegó mi primo y le dije, él me dio un gran apoyo, él ya falleció, pero sin el apoyo de él no sé qué hubiera pasado. Solo duré como tres meses en Santa Ana y me regresé a estudiar y luego trabajé con él y eso me permitió seguir estudiando y hacer teatro. Fue un tiempo muy corto, pero sí pensé en renunciar un instante.
Foto: Guillermo Martínez.
De allí en adelante nunca más y menos en la vejez…
¡Tampoco! Yo solo sé que voy a terminar haciendo teatro, ¿cómo? no sé, pero sí, ya me quedé aquí. Hay una obra que vi en Panamá, eso me quedó muy marcado porque son todas las peripecias, los triunfos o las plenitudes…
Se compara con una adicción o ¿con qué se compara el teatro?
No, fíjate que no, no es una adicción, es una convicción de vida. es un estilo de vida, un discurso que también está permeado por una línea vital, entonces no, no creo que sea una adicción.
No es negativo, por mucho que se sufra…
No, para nada, creo que, hoy lo digo mucho más consciente que antes, cada vez que me inmiscuyo cada vez más en el teatro, cada vez también me pregunto ¿por qué hago teatro? Es como muy paradójico, pero es lo que te decía que uno va en evolución o deconstruyendo para saber hacia dónde vamos y qué vas a hacer.
¿Y qué significa que te metas más en el teatro? Con toda tu trayectoria y conocimiento después de 30 años, es decir, ¿no hay tope en esto?
No, es de seguirse añejando, no todas las obras pueden ser como el resultado que vos querías, sino que pueden ser otro resultado. ¿Sabés qué?, me gusta mucho la palabra riesgo porque no es una palabra que significa quedarte en un estilo de confort, con que hago bien esto, me lo dicen, tengo un personaje y ese personaje lo pongo en la palestra de los demás personajes. Entonces dejo de investigar, de estudiar, de arriesgarme, de deconstruirme, de buscar otras formas de ir hacia otros estilos, de siempre ir a la búsqueda de una deconstrucción para volver a construir, es una dialéctica. Entonces el riesgo pensado, el riesgo consciente sobre lo que se va abordar eso seduce, porque también te da sorpresa, te confronta, te da plenitud.
El final está lejos, pero ya llevás camino recorrido y el teatro es tu destino. De escribir tu epitafio ¿qué quisieras que diga el tuyo?
Omar Renderos está pasando por un momento de confrontación, de una soledad bastante introyectada, de una soledad en donde está viendo la vida de los 50 años para allá desde otra perspectiva.
(Omar guarda silencio, se le cortan las palabras y se le llenan los ojos de agua)
Perdón…
No hay nada que perdonar… adelante…
Creo que me importa mucho más la existencia del ser humano mucho más consciente que de las cosas, creo que mi vida está pasando por eso. No sé si es miedo, pero no creo que lo sea, al contrario, creo que son momentos muy sorpresivos, pero en soledad. Creo que nos pasa a todos, pero hay edades, momentos, etapas en las que se arraiga más. Entonces qué temas o qué cosas me permean ahora para poder estimular mi proceso creativo: la nostalgia, mucha soledad, la vida, la muerte, la vejez, el amor, el desamor, la memoria como un punto fulminante de tu esencia. Por eso monseñor Romero, «Los viejos pánicos», «El loco», es decir, todos esos procesos; y creo yo, porque no me gusta aseverar nada, que Cristal, también para poner el símil con ella, ha sido como muy exaltada y desbordada, porque el cabaret, ̶ porque me encanta y no voy a dejar de hacer cabaret, al contrario, voy a seguir haciendo cabaret̶ , en el que la Cristal está transitando tiene esa simultaneidad de mi vida también.
Foto: Guillermo Martínez.
Han ido envejeciendo juntos…
Exacto, pero ahí va. Mirá, el tema de los gustos es subjetivo, eso va a pasar en la mejor o en la peor obra, a mí me importa qué es lo que está pasando conmigo y con el diálogo que quiero hacer.
Esa respuesta me lleva a repreguntar sobre cómo querés ser recordado y si todo este proceso personal lo vamos a ver en Cristal.
Cómo me gustaría ser recordado… todavía me faltan algunos años… jajajaja Omar el amigo, Omar el del jolgorio, Omar el de la alegría. Me gustaría ser recordado como un ser humano que encontró en su línea de tiempo esa esencia que lo hizo feliz a partir de la abuela, que me llevó y todo lo que se desmembró y creó como una película en mi vida donde me coloco en plenitud, en soledad y en todos los estados que te he contado. Es como un Omar que sí consiguió, que sí logró encontrarse con su abuela en todos los procesos creativos que le brinda y que le brindó el teatro.
¿Va Cristal hacia allá?
¡Va Cristal hacía allá!
¿Estás escribiendo algo?
Voy a comenzar, sino lo escribo yo voy a meter mano, por su puesto, de alguna manera, pero eso es lo que ando buscando. De hecho, Cristal ahorita la tengo guardada, pero quiero llevarla en ese proceso vital mío y de ella. Allí entonces sí vamos, quiero explorarla con esa similitud que va viviendo mi vida.
¿Vos creaste Cristal, vos le diste vida?
Yo le di vida, pero quien lo creo fue Geovany Galeas, en «San Mago Patrón del Estadio», allí surge la primera Cristal. En la primera obra no había Cristal, pero en las discusiones que tenía Geovany con Fernando Umaña sobre las situaciones dramáticas que se daban en la obra surgió que era necesario la figura de la dueña de un bar con prostitutas, chulos. Entonces Geovany cuando me vio empezó a partir de mi figura, de mi propuesta, de mi casting, más lo que él tenía de su imaginario.
¿Cuál es la diferencia entre Cristal y Omar?
Siempre hay una permeabilidad, de alguna manera, y no solo en la Cristal, sino que también en otros personajes, pero en este caso en específico que ha habido todo un proceso de un desarrollo del personaje, la simultaneidad es mucho más palpable, porque no puedo dejar de lado lo bocona que es la Cristal y lo bocón que también quiere ser Omar cuando ve que las babosadas no son injustas, o cuando hay algo que decir, de la forma que sea y si lo digo desde el cabaret mejor, porque verdad lo permite es grandilocuente, es fantástico, es parodia, es todo. Entonces sí, hay permeabilidades que nos permiten coincidir, pero también hay ficción donde tenés que volar, cómo Omar no se va a enamorar, cómo la Cristal no se va a enamorar, hay cosas que son la condición humana y siempre entra la ficción, pero eso no puede existir sino viene de la realidad, la realidad siempre la supera.