La vida no termina de sorprenderme. Esta vez, por suerte, le agradezco el tino para que yo repasara varios momentos agradables.
No sé cuándo supe por primera vez de «El Principito», la obra, pero la historia del mágico niño y su amada rosa me ha marcado por mucho tiempo.
De niño, mi padre me llevó a Cinelandia, y conservo imágenes desordenadas de la película que vimos. Recuerdo el avión, la cara sonriente del niño rubio, su vocecita, la serpiente…
De grande, leí la obra un par de veces, y hace unos años me encontré la colorida figura del pequeño príncipe en el Parque Infantil de Diversiones, durante una visita que hice con mis queridas Sofía y su madre, Blanca.
Después, me agradó la idea de que construyeran un parque en honor del Principito. Siempre veo el dibujo de la serpiente y el elefante en la enorme valla colocada en el bulevar Romero.
Con Sofía y Blanca fuimos al Teatro Nacional para la puesta en escena de «El Principito». Me gustaron las transiciones musicales de un planeta a otro. Me reí a carcajadas cuando llegó el encuentro con el alcohólico y su justificable eterna adicción. Por cierto, conservo la foto que me hice con el títere del borracho, al terminar la obra.
Este año, en plena pandemia, repasé algunas lecturas, y, por supuesto, «El Principito» fue una de ellas. Lo leí en digital.
Pero la sorpresa más grande fue una mañana reciente al contestar una llamada telefónica. Un hombre saludó con mucha cortesía y se identificó como promotor de Consuelo Suncín de Saint-Exupéry.
Al principio no entendí lo que significaba ser promotor de la rosa, pero todo tiene que ver con el homenaje que la salvadoreña recibirá en Francia, en junio 2021, donde habrá un pequeño museo en su honor y una calle con su nombre.
Mientras platicaba con el promotor, me dijo más o menos así: «Permítame, le voy a comunicar a la sobrina nieta de la condesa. Va entrando. Se la comunico en un momento».
Esperé todo lo que fue necesario. De repente, una voz suave, amable, me saludó por mi nombre. Pensé que soñaba. «Mucho gusto, don Víctor. Soy Abigaíl, la sobrina nieta de Consuelo».
El momento fue surrealista. La rosa, la inspiración para el famoso conde aviador Antoine de Saint-Exupéry, una vez más estaba presente en mi vida.
En esta ocasión, sin embargo, la realidad superó toda expectativa. La sobrina nieta viajó en 2015 a Francia y recorrió los lugares más importantes para el conde, el lugar donde nació, su casa de infancia, el hogar que compartió con Consuelo, el sitio donde fue encontrada la pulsera con los nombres grabados de Antoine y Consuelo, la misma que llevaba el día en que fue derribado durante la Segunda Guerra Mundial.
De todo el viaje hay fotos y anotaciones en un gran álbum de pasta dura con hojas negras. Ese álbum es una joya. Además de la reseña por Francia, tiene fotos originales de la condesa salvadoreña en sus visitas a El Salvador, una carta manuscrita por ella donde resalta el dibujo del Principito sonriente, con los pelos parados. Al preguntarle a la sobrina nieta sobre qué más se conserva de la condesa, responde que hay prendas de vestir, así como la anécdota de cuando Consuelo expresó abiertamente sus deseos de llevarse a Abigaíl a Francia. «Imagínese, me quería llevar con ella, pero obviamente mi mamá le dijo que no. No podía desprenderse de su hija».