LA ESQUINA DEL CHINO
Esta semana he recibido muchos mensajes por haber escrito sobre las series de Turquía. Esta semana ya empecé a ver otra: «El sastre».
Uno de mis propósitos de escribir sobre estas series es motivar la producción local, que como decía mi buen amigo Boris Iraheta: «El cine ha sido, es y será una ventana para vender al país como destino turístico». Ya el año pasado, la ministra Morena Valdez, la presidenta Eny Aguiñada (del ISTU) y la directora de Corsatur, Alejandra Durán de Cristales, dieron un apoyo logístico significativo a la producción internacional «Luciérnagas en El Mozote», próxima a estrenarse en el país.
Con las novelas turcas, uno no puede dejarse impresionar con sus actrices: Tuba Büyüküstün, Cansu Dere, Neslihan Atagül, Pinar Deniz. Ellas son mi versión de Lucía Méndez, Lupita Ferrer, Jeannette Rodríguez, Verónica Castro, Mayra Alejandra y Angélica María.
¿Pero y por qué esta obsesión con las novelas melodramáticas? Sin ser estudiante de Freud, todo me lleva a la infancia, a mis barrios. Como olvidar que vengo de vivir en mesones. Los mesones estaban divididos en cuartos tan
pequeños y tan inhóspitos que ninguna pieza en el interior tenía tan siquiera una ventana para que entrara el sol. Pero nadie en el mesón tenía televisión.
En San Lorenzo, donde me crie, solo el Preñado tenía TV, y los cheros del hijo teníamos el privilegio de estar en la sala, sentaditos en el suelo, para ver las novelas. Fue ahí donde me nació esta pasión novelera.
Las primeras que recuerdo son «Colorina» (250 capítulos), que cuenta la historia de Fernanda (Lucía Méndez) que dio vida al famoso personaje Colorina, que la marcó en toda su carrera.
«Chica italiana viene a casarse» (209 capítulos), Angélica María y Silvia Pasquel marcaron una época y estas dos hermanas nos hicieron sacar más de una lágrima. Como olvidar el tema de la novela «A donde va nuestro amor», interpretada por Angélica María. Otras que hicieron historia: «El derecho de nacer», «Los ricos también lloran» (248 capítulos), «Esmeralda», con la dupla más romántica de la época de Lupita Ferrer y José Bardina; «La gata», «Leonela», «Topacio» y «Cristal».
Ya para concluir con esto de la costumbre de los de la vieja escuela de ser fanáticos a las telenovelas, les comparto una pequeña lista con sinopsis de algunas de las series turcas que llevo hasta hoy: «La hija del embajador» (180 capítulos), cuya trama se centra en la historia de amor entre Nare, la hija del embajador turco en Montenegro y Sancar, y un joven de origen humilde que vive en un pequeño pueblo costero donde ella disfruta de sus vacaciones desde que era niña. Con el tiempo, su amor va creciendo hasta que deciden casarse en secreto.
«Mi otra yo». Esta serie quizás es la primera que ya tiene más influencia de Netflix tanto por el tratamiento de la trama como del manejo de los conflictos entre los personajes principales. Es una historia de tres amigas: Ada, Sevgi y Leyla, que eran compañeras de cuarto en la universidad. Ada es una cirujana de éxito; Sevgi, una ambiciosa abogada; y Leyla, que no potenció su faceta laboral, vive feliz con su marido y su hijo. Pero una terrible noticia las obliga a salir de Estambul, ya que a Sevgi le diagnostican cáncer. El proceso para tratar de curarse es duro, pero estas tres amigas se vuelven inseparables para animarla a superarlo. Pese a que existe la opción del tratamiento médico, Sevgi está dispuesta a probar otros métodos.
«Infiel» (120 capítulos). Asya es una exitosa doctora con una carrera prometedora y tiene una vida perfecta con su marido y su hijo. Pero su vida da un vuelco cuando encuentra un cabello rubio en la bufanda de su marido y descubre que su vida no es tan maravillosa como pensaba.
«La agencia». La serie narra la vida en una agencia de talentos de prestigio. Ahí llega Dicle, una joven recién graduada con un título de cine, con el sueño de trabajar en la industria cinematográfica. Esta serie se las recomiendo a todos los que trabajan en agencias de publicidad. Se van a sentir identificados.
Turquía llegó para quedarse, hoy nos toca a nosotros hacer nuestras propias novelas, ya que en historias tenemos mucho que contar.