La violencia animal y la violencia social son dos problemáticas que van de la mano y suelen manifestarse en un mismo entorno. Esa es una de las cosas que, en más de 10 años como rescatista animal, Bery Zamora ha aprendido. Su experiencia también le permite asegurar que existe un serio problema en la cultura de tenencia animal en el país, la cual se suma a la tendencia hacia la violencia que ha imperado en la sociedad salvadoreña.
Para Zamora, la Ley Especial de Bienestar y Protección Animal es un primer paso positivo, pero no debe ser el único. Desde su perspectiva, el trabajar en la erradicación del maltrato animal es enfocar esfuerzos en una arista fuerte de la violencia social. Pero, para lograr resultados efectivos, la formación, la educación y el trabajo desde la primera infancia se vuelven esenciales.
Desde su experiencia como rescatista animal, ¿considera que el maltrato animal es una problemática que existe desde hace muchos años o es reciente?
En El Salvador, el maltrato animal siempre ha sido una situación común de ver. Tenemos una cultura bastante violenta. Los lugares en El Salvador donde hay incidencia de delincuencia son los mismos lugares de donde recibimos más reportes de abandono o maltrato de animales y, por eso, decimos que el maltrato animal es la antesala a la violencia social.
¿A qué se debe este desarrollo del maltrato animal en El Salvador?
Tengo alrededor de 10 años trabajando en rescate y promoción del bienestar animal en El Salvador y, en ese tiempo, me he percatado que, en el país, la cultura de tenencia de animales está más enfocada en el tema de protección, las situaciones de trabajo o el cuido de propiedades. Esto ha provocado que no se haya fomentado una cultura de cuido y bienestar en general en muchas décadas.
Además, la migración del campo a la ciudad ha dejado una densa cantidad poblacional urbana y esto afecta a los animales, ya que no hay patrones de cuido que se enfoquen en la sana tenencia y esto deriva en las situaciones de intolerancia, maltrato y abandono de animales.
Como organizaciones rescatistas de animales ustedes reciben denuncias constantemente. ¿Han detectado algunos patrones en común para detectar agresores de animales?
Generalmente, cuando vemos personas que atentan contra los más vulnerables, no discriminan entre especies. El abusador siempre hará actos de irrespeto a los que considera inferiores o que están en situación de vulnerabilidad. Al atender casos de violencia contra los animales podemos ser alertados de situaciones más complejas que puedan estar ocurriendo al interior de un grupo familiar o social.
Ya hay estudios que relacionan o establecen que, cuando vemos un animal maltratado en un seno del hogar, podemos tener una alerta de violencia dentro del núcleo de la familia. Además, a veces los animales son usados como medios para dañar a otros, esto lo vemos generalmente en la violencia de pareja o violencia contra las mujeres donde los animales son instrumentalizados para generar dolor o violencia psicológica.
La violencia hacia los animales es la antesala a la violencia social. Alguien que ya pasó los límites de violencia o maltrato hacia los animales no tendrá reparo en pasar los límites en la violencia hacia otras personas. Un estudio en Ecuador, dice que, en un matrimonio, en una familia o pareja donde hay violencia animal, hay mucho más porcentaje que exista feminicidio.
¿Existen algunas zonas en El Salvador de donde reciban mayor cantidad de denuncias de maltrato animal?
Como organizaciones tenemos nuestras propias plataformas para contabilizar los casos de maltrato animal. Tengo bien identificado que las zonas que más casos nos reportan son las urbanas, por ejemplo, San Salvador, Soyapango, Ilopango, San Martín, Apopa, Lourdes, Mejicanos. Al conocer estos datos, el Estado podrá establecer una política nacional con un diagnóstico fuerte y que permita hacer las acciones más pertinentes. El Estado debe hacer un diagnóstico de las situaciones más recurrentes para que esto oriente las acciones a tomar dentro de una política nacional de protección animal.
En los últimos meses se ha notado un despertar hacia la prevención del maltrato animal en El Salvador. ¿Esta es una nueva tendencia?
En la actualidad, hay un surgimiento en Latinoamérica por la promoción de los animales como seres sintientes. De acá parte la incidencia que hay en la cultura salvadoreña por visibilizar la necesidad de trabajar por los derechos de los animales. Las redes sociales han contribuido mucho en la necesidad que existe por trabajar marcos normativos que puedan regular la coexistencia de los seres humanos con los animales.
En este surgimiento es que se genera una nueva ley en El Salvador. ¿Cómo han participado rescatistas como usted en el proceso de su formación?
Para la formación de esta nueva ley hubo un acercamiento por parte del Ministerio de Agricultura para hacernos participes a todas las organizaciones de bienestar animal en el país. Hemos sumado conocimiento y sugerencias desde la experiencia. Ha participado gente que trabaja el rescate en zonas urbanas y otros desde zonas rurales. Esto permite tener un marco más equilibrado y que ponga atención a puntos específicos.
¿La ley es una solución total al problema?
La ley, por sí sola, no va a resolver el problema del maltrato animal en El Salvador. La ley nada más es un marco normativo que regulará la situación actual, la cual requiere de un trabajo desde la prevención. Para que veamos cambios y que sean medibles en corto, mediano y largo plazo, hay que apostarle al tema de educación. La ley es importante porque permite la creación del Instituto de Bienestar Animal, que es de donde va a nacer la política de protección y bienestar animal. Apostarle a la educación como método preventivo es la calve para ver cambios en la situación del maltrato animal en El Salvador. Con la educación y formación se está cuidando también del bienestar de la población. Como seres humanos no nacemos empáticos, sino que es algo que se va desarrollando. Si se trabaja desde diferentes ángulos podemos tener una sociedad que sea más tolerante a futuro.
Entonces, el problema también radica en la formación que los salvadoreños recibimos desde la infancia.
Es que, como seres humanos, no nacemos con la empatía desarrollada. Esto se desarrolla en la primera infancia y tanto los padres como la escuela son figuras de referencia para los niños y de donde se van generando patrones de convivencia. Es muchísimo más fácil educar a la población que reeducar. Es importante apostar a la protección animal desde los niños porque esto es prevención de actos delictivos o intolerancia a los animales. Debe enfocarse en la curricula escolar y así vamos a ver cambios en las próximas generaciones.
¿Cuál sería la clave en este proceso de formación?
La formación debe empezar por la tenencia responsable de animales, porque desde ahí comienza el maltrato. A veces no sabemos que el no ponerle vacunas al perro es maltrato. Pensamos que con solo abrazarlo y subirlo a la cama cumplimos con la labor de propietario responsable, pero no le damos alimentación balanceada o adecuada, no le ponen vacunas y eso ya es maltrato y está sancionado por la ley. Es necesario desarrollar planes de educación a la sociedad bien estandarizado y por segmentos. En El Salvador no ha habido buena cultura de tenencia de animales y esto impacta en los abandonos y violencia y en la intolerancia.
Se dice que hay que apostar por la educación y soy fiel creyente que lo primero que hay que hacer es trabajar la parte educativa. La divulgación de la ley también es importante, así como apostar a jornadas de esterilización y también promover la cultura de adopción responsable y de la no compra de animales para ver resultados a largo plazo en la calidad de vida de los animales en El Salvador.
¿Implica también una formación para cimentar una cultura de adopción de animales?
El gran problema en la adopción de animales es que los salvadoreños somos cortoplacistas. Todas nuestras decisiones no las visualizamos a largo plazo. Adoptamos perros tomando en cuenta nuestra situación económica, civil y de empleo actual, sin visualizarnos a futuro si se nos presentan situaciones complejas. Entonces, cuando viene el divorcio, cuando me quedo sin empleo, cuando me tengo que mudar de casa, lo primero que resuelvo es en abandonar. Es parte de un problema cultural que tenemos los salvadoreños.
No planificamos a futuro. No hemos pensado que el perro vive 15 años y, cuando las situaciones cambian, se piensa primero en abandonar el perro. Hay una gran incidencia de divorcios en nuestra población joven y no estamos preparados para saber qué valorar antes de tener un animal. Otro problema es que se adoptan animales sin consultar con todo el grupo familiar y esto afecta la tenencia de la mascota a largo plazo.