La vida a uno lo lleva por caminos insospechados, y por un azar de la vida en tiempos del conflicto armado estudié Profesorado con Especialidad en Enseñanza de Ciencias Sociales en la Universidad de El Salvador; y posteriormente tuve la oportunidad de graduarme como licenciado en sociología de la misma casa de estudios, lo cual agradezco porque soy reconocido como uno de los tantos miles de hijos de la Minerva.
La experiencia docente me lleva incluso a trabajar con sectores especiales en zonas marcadas por el conflicto armado, con internos privados de libertad, con estudiantes de escuelas rurales y urbanas hasta de bachillerato y de universidad.
Lo anteriormente descrito considero que me califica para tener un criterio de nuestro sistema educativo y como valor agregado el hecho de haber formado parte por nueve años de la comisión de cultura y educación de la honorable Asamblea Legislativa, espacio que me permitió presentar muchas y variadas iniciativas en favor de nuestra educación; pude conocer de primera mano por medio de la Unidad de Seguimiento a la Ejecución de Presupuesto General de la Nación las millonarias erogaciones para capacitación y profesionalización de la carrera docente. Sin embargo, al momento de regresar al ámbito escolar no vi por ningún lado los efectos de dichas capacitaciones y de los programas de profesionalización. Me encontré con los mismos estilos de ambientación de los espacios escolares y con estrategias promovidas por los gobiernos de ARENA con las llamadas promociones orientadas con las que todos los niños de primero a tercero eran promovidos así tuvieran o no las competencias pedagógicas. Dicha iniciativa tenía como gran objetivo reducir los niveles de deserción y ausentismo, entre otros indicadores. Los resultados adversos se visualizan del cuarto grado en adelante, donde encontramos un ejército de jóvenes con graves problemas de analfabetismo funcional y de lectura comprensiva, con bajo nivel de análisis y de síntesis y, sobre todo, sin hábitos de lectura, lo cual desmejora sustancialmente la llamada calidad educativa con resultados adversos en todos los niveles educativos subsiguientes, lo que desde mi óptica y de mi experiencia es algo que debería cambiarse de manera radical por el bien de nuestra educación, de nuestros estudiantes y de nuestro país, es decir, eliminar esa modalidad de promoción orientada que más que un bien provoca un daño sustancial y contundente a nuestro sistema educativo.
Otras de las grandes limitaciones que tiene nuestro sistema educativo, producto de un legado incumplido, es el tristemente conocido como Plan 2021, que fue la oferta pedagógica de los gobiernos de ARENA, específicamente de la administración de Calderón Sol que propuso que para 2021 El Salvador sería un país bilingüe, cosa que jamás se concretó y que a estas alturas de la historia el inglés se convierte en una herramienta laboral que abre puertas frente a un mundo ampliamente globalizado y a la vez digitalizado. No me cabe duda de que teniendo ahora un presidente de la república, quien domina a su perfección dicho idioma, oriente al titular de la cartera de Educación a impulsar en todos los niveles educativos el idioma inglés, ponderado para efectos de promoción al grado inmediato superior, para lo cual habrá que hacer un inventario de los profesionales de esta especialidad y a la vez revisar las líneas presupuestarias para impulsar de una vez por todas el inglés como una segunda lengua en nuestro país.
Querer poner a El Salvador en el concierto de los países que buscan su desarrollo implica reducir la brecha digital, en lo que este Gobierno está dando pasos a niveles cuantitativo y cualitativo, al haber capacitado a la totalidad de docentes del sector público en la plataforma de enseñanza conocida como Google Classroom, que suman 50,000 docentes a escala nacional, entregándoles sus respectivos equipos informáticos; así como la entrega de computadoras y tabletas para la totalidad de los 1.3 millones de estudiantes. Ahora falta el complemento que sería dotar a los estudiantes con herramientas pedagógicas en el ámbito de la informática, para lo cual debería de considerarse la informática como una asignatura de carácter obligatorio y con fines ponderativos para la promoción. Para tal efecto, lo ideal nos lleva a plantear que se pueda hacer un estudio para verificar la cantidad de profesionales de la informática para distribuirlos en todos los centros educativos públicos del país y que sean estos los encargados de dicha asignatura; así y solo así se podría dar el siguiente paso hacia un mundo de la digitalización, en este caso de la educación, mejorando de manera estructural la calidad educativa y preparando a nuestra población escolar para los nuevos retos ya presentes en un mundo basado en la tecnología informática para evitar y extinguir el analfabetismo informático.
Durante los gobiernos del FMLN mucho se habló en su propuesta el llamado Plan Social Educativo Vamos a la Escuela, los paquetes escolares (uniformes, calzado y útiles escolares) fueron parte de la propuesta base. A estas alturas habrá que revisar si el objetivo de dichas entregas logró su cometido, que buscaban reducir los niveles de ausentismo, repitencia, deserción y extraedad, de no ser así, habrá que gestionar dicho apoyo en otro sentido, como los que ya planteé anteriormente (inglés e informática). De igual manera, se planteó como oferta en el ámbito educativo el hecho de dignificar al magisterio, lo que únicamente orientaron al apartado salarial, que no está mal revisarlo tal y como lo establece la Ley de la Carrera Docente en el artículo 33, pero la dignificación docente implica otras esferas del educador y se mencionan algunas. En primer lugar, autovalorarse para que al igual que en otros países el docente o profesor sea conocido como el «maestro», lo cual implica convertirse en verdaderos modelos para los alumnos, con un semblante diferente y con un léxico propio de un profesional de la educación; implica poseer un dominio total y absoluto de los conocimientos de su especialidad; implica además tener una visión clara y objetiva de la realidad nacional para, de esa manera, convertirse en verdaderos agentes de cambio de la mentalidad de nuestra población estudiantil; solo así se logrará reivindicar una profesión tan digna, pero poco valorada en algunas de las variables planteadas.
Hace falta a estas alturas de la historia hacer las respectivas adecuaciones curriculares y, por consiguiente, la incorporación de nuevos programas de estudio acordes a la nueva realidad del país, para lo cual las unidades respectivas deberían, por supuesto atendiendo las indicaciones superiores, comenzar a trabajar en los programas de estudio digitalizados y actualizados. Estoy sumamente claro de que estas líneas serán apreciadas por muchos y rechazadas por otros, sin embargo, sigo creyendo que los cambios radicales en educación se deben operativizar para el bien de nuestro país; ojalá que estas ideas se retomen y que se comprenda que la experiencia, mucha o poca, que uno tiene la pone al servicio de nuestro querido país.